jueves, 6 de abril de 2017

Sueños lúcidos y premonitorios

Por lo general escribo mis sueños a mano en mi nocturnario. Otras veces los grabo con la grabadora de voz de mi celular para después ponerles un título y guardarlos en mi archivo, sin embargo algunos son tan intensos emocionalmente hablando, tan largos y tan vividos, tan conectados entre sí, que me obligan a escribirlos así, en digital para recopilar tantos detalles como es posible. Esta es una de esas ocasiones.

Inventé el término encadenar sueños para referirme al ejercicio de amarrar el recuerdo de un sueño al de otro y al de otro y así, hasta completar tres. Al comienzo lo hacía por diversión, después, un poco por arrogancia, para probar la fuerza de mi memoria onírica. Lo hacía diciéndome que tenía pereza, que luego los escribiría todos. Sea como fuere ese término nunca se refirió a los sueños continuados, premonitorios y que luego desembocarían en uno lúcido, que fue lo que experimenté en días pasados. La cosa va así.

El viernes pasado tuve un sueño en el que me despedía de mi mejor amigo. Aparentemente su pareja estaba inconforme con nuestra amistad y él decidía, con tristeza, alejarse de mí. Todas las escenas estaban permeadas por mucha melancolía, por arrepentimientos. La sensación me la llevé a la vida despierta y varias veces pensé en llamarlo para saber cómo estaba, pero por algún motivo no llegué a hacerlo.

Ese día tuve que ir al centro de la ciudad para comprar materiales para una de mis charlas. De camino vi una bolsa en la calle, llena de algo que parecía ropa, o tela simplemente. En ella se veía escrito un nombre que correspondía al de otro amigo. El día anterior había recibido en mi casa a un cliente para una lectura de cartas que no sólo llevaba el mismo nombre de mi otro amigo sino que compartía varias características con él. Más tarde, a la hora del almuerzo en un restaurante, unas mujeres que se sentaron cerca de mi mesa hablaron del lugar de origen de este segundo amigo mío. Sonreí interiormente y pensé en que tantas señales apuntando hacia él eran un llamado para que lo saludara. En la tarde lo hice a través de un mensaje y me olvidé del asunto.

Al día siguiente, el sábado, soñé de nuevo con despedidas, aeropuertos y desplazamientos fallidos, además me desperté muy temprano, algo que en mi código personal suele ser señal de alguna perturbación venidera. Como tenía varias cosas que preparar para la charla no le di mucha importancia y me concentré en mi lista de quehaceres. En la noche revisé mis mensajes y me encontré con una respuesta muy extraña de este amigo al que apuntaban las señales. Usando un lenguaje que no parecía propio, me pedía que no me comunicara más con él pues esta cercanía le estaba trayendo problemas con su pareja actual. Respondí tan cordialmente como pude, observé mi reacción y traté de entender cuál era el significado detrás de las sincronicidades que me llevaron a esos actos y de los sueños que pronosticaban el resultado. “Soltar el exceso de equipaje”, me dije. Tal vez estaba dándole demasiada atención a aquella amistad. Vi una película de comedia, comí y luego me dormí.
El domingo volví a despertar temprano, pero de un modo distinto al día anterior. Necesitaba ir al baño antes de volver a dormir. Sabiendo que esa es mi técnica más efectiva para inducir sueños lúcidos, la interrupción de mi descanso cuando llevo varias horas durmiendo, me concentré en un objetivo para cumplir en mi sueño lúcido, en caso de conseguirlo. Intentaría conectarme con el espíritu del geranio, una planta que me cautiva. Repetí los pasos que me ayudan a alcanzar la lucidez, quietud corporal y atención firme, además me fijé bien en el modo en que estaba quedándome dormida para practicar las posiciones gemelas, es decir para replicar con el cuerpo del ensueño la postura del cuerpo físico. Un onironauta con más experiencia que yo me había dicho que esta técnica era útil para alargar los momentos lúcidos y llevaba semanas intentando aplicarla. Preparada me entregué al sueño.

Reconocí que estaba soñando cuando me encontré en una cama diferente a la que ocupaba en esta realidad. Sonaba la radio en una emisora que pude identificar. También supe el nombre del locutor. Me levanté y casi sin pensarlo empecé a poner a prueba esa realidad. Intenté atravesar una pared con el brazo. Al comienzo dudé y no lo logré pero de inmediato me recordé que era un sueño y por lo tanto todo era posible, al segundo intento pude meter la mano en la pared. Seguí así hasta atravesarla por completo. Pude mover los dedos del otro lado pues resultó ser un muro bastante grueso.

Mi siguiente acción fue apagar la radio. Funcionó y no, apretaba un botón y traía el silencio. Luego empezaba otra vez. Supongo que en el exterior algún vecino tenía un radio encendido y esos sonidos se filtraron en mi consciencia. Me aburrí de eso y me fui a explorar los alrededores. Recordé mi objetivo. Por algún motivo buscaba un frasquito con esencia de geranio. Sabía que podía encontrarlo al otro lado de un parque, en una de tres casas con puertas muy disímiles. Cerré los ojos e intenté teletransportarme al frente de esas casas. Estaba a una cuadra de ellas pero en ese escenario me parecía ridículo caminar si podía cortar camino a la velocidad del pensamiento. No lo logré y pensé en otra técnica, volar. Lo hice y me maravillé. Tenía control total de mis movimientos y cuando aterricé lo hice suavemente sobre la planta de mis pies. Pude ver que llevaba tenis.

No recuerdo bien si fue en ese momento o antes cuando sentí que perdía lucidez pero fui capaz de recordar la posición que tenía en mi cama. Me acosté ahí, en el suelo, sentí que el sueño se estabilizaba, me puse de pie y seguí. Vinieron paseos con desconocidos por lo que parecía ser un restaurante. Recordé mi objetivo y me encontré con un par de chicos. Uno empujaba y golpeaba al otro, lo que me motivó a defender al agredido. Por un momento lo vi en mi mano como si fuese un muñeco de plástico, era muy bello. Al instante siguiente era de nuevo un niño de carne y hueso. La agresión paró. Empezaron a armar un cigarrillo con algo que parecía corteza de algún árbol, “blackthorn”, aunque en el sueño yo oía que le decían “blackstorm”. Los chicos cantaron una canción para agradecer al espíritu de la planta de la que venía esa corteza. Les pregunté por qué cantaban en alemán. No respondieron. Sólo en ese momento me dí cuenta de que habíamos estado hablando en inglés. De ese canto recuerdo una palabra, el sonido, no la escritura. Para identificarla he tenido que escuchar canciones. Es esta: Schwer. La traduje primero a inglés y luego a español. Una de las acepciones en inglés es “heavy”, pesado, pero hay otra palabra en alemán que llama mi atención “Schlehe”, endrina, justo el nombre del árbol que se mencionó antes: endrino (blackthorn). Me maravillo, me sorprendo.

Sí, estoy aprendiendo alemán, pero de todas las palabras posibles Schwer no es una de las que sé el significado ni de las que reconozco más fácilmente cuando oigo frases en ese idioma. Mucho menos Schlehe. La “coincidencia” es demasiado fuerte para pasarla por alto. “Heavy”, el mensaje parece estar unido a mi reflexión después del mensaje que recibí de uno de mis amigos, soltar, dejar que lo pesado caiga para poder elevarme, para poder volar, como en este sueño.

La acción siguió. Uno de los chicos, convertido en hombre, me llevó al lugar donde creyó podría encontrar a alguien que me hablara más del geranio. El lugar era un hospital o una clínica. Recuerdo haber visto el caduceo de Mercurio en la puerta de vidrio de la fachada. La mujer que encontré me reconoció. Parecía asustada e incómoda. En ese momento perdí la lucidez y pasé a otro sueño, luego desperté.

Tengo la sensación de que el sueño va a seguir, no sé cuándo. Los que he tenido después no parecen estar relacionados con el lúcido aunque también han sido muy intensos.

El detalle del caduceo de Mercurio tampoco es casual. Antes de dormir pensé en el asclepeion como alternativa para mi objetivo onírico.

No sé qué más traerá esta serie pero me tranquiliza saber que si lo necesito, tengo una adularia conmigo para continuar la exploración.

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