miércoles, 13 de julio de 2016

Un paso más hacia la extinción del miedo

En un artículo que escribí hace meses o en una actualización de mi estatus en facebook de la misma época escribí “si la alucinación llega cuando la esperas no causa miedo”. Me refería a lo que experimenté usando una técnica, basada en una frase específica y en un conteo, con el fin de provocar sueños lúcidos. Hoy, volví a usarla y los resultados, carentes de alucinaciones oscuras esta vez, volvieron a sorprenderme.

Desperté hora y media antes de la que había fijado en el despertador, y sabiendo que podía dormir un poco más me animé a repetir la frase con la que ya tengo experiencia: 1, estoy soñando; 2, estoy soñando; 3, estoy soñando… con la esperanza de quedarme dormida de un modo consciente. La repetí 20, 25 veces hasta que perdí la concentración y me descubrí repitiendo, en cambio, el mantra om mani peme hung. Apenas noté la distracción volví a la técnica,  1, estoy soñando; 2, estoy soñando; 3, estoy soñando…, para reforzar el efecto intenté estar tan quieta como fuese posible. Primero boca arriba y luego de costado, buscando muy rápido una posición cómoda, una que no estuviese antecedida por demasiados movimientos, luego volví al conteo, con tanta consciencia como me era posible. Cuando calculo que faltaba una hora o 45 minutos para levantarme logré estar inmóvil y concentrada en la frase. El sueño dulce estaba a punto de visitarme otra vez, lo de antes sólo había sido dormitar. Repetí la frase y hubo una pausa que creo breve, a continuación vi una mujer que caía por la ventana de un edificio. Completamente imbuida en el sueño creí que era mi realidad, pensé que era una imagen demasiado fuerte como para que un noticiero la transmitiera en directo, pero en el fondo había una sospecha. Sabía que el despertador estaba por sonar o algo así, hasta que ocurrió. La imagen quedó grabada en mi memoria, así como los fragmentos de los sueños que tuve antes del despertar no planeado, además me sentía bien. Sentí que el descanso había sido reparador y más. No sólo me recuperé de lo hecho el día anterior sino que avancé un poco más en el sendero onírico.

Esta noche volveré a practicarla, aprovechando una de esas consecuencias no planeadas, no esperadas que tiene el transitar el mundo de los sueños: la extinción del miedo. Hoy no vendrán a visitarme mujeres sin ojos, indígenas queriendo tomar mi cuerpo ni brujas malas.