martes, 23 de febrero de 2016

Bolsas para dormir, bolsas para soñar

Bolsas de tul o de otras telas delgadas, llenas de hojas y flores secas, han hecho parte de los rituales nocturnos de muchas personas. Yo experimento con ellas desde hace unos meses y los resultados siguen sorprendiéndome.

Mi interés por los efectos de las plantas aromáticas y medicinales ha tenido varias etapas. Primero fue cuando descubrí un libro, en esa época en que no era tan fácil ni tan frecuente encontrar libros en internet, acerca de los usos mágicos de las plantas. Las ilustraciones hicieron que dedicara muchas horas a organizar textos e imágenes para luego imprimir el compendio.

Después vino la etapa en la que elegí el consumo de estas plantas como tema de mi monografía de pregrado. Hice un perfil de las personas que las prefieren frente a otros productos más industriales y volví a olvidarlas, pero sólo por un rato.

En mi investigación acerca de los sueños lúcidos encontré, en un grupo de facebook, una mezcla de hierbas que, según el soñador que la tomó, le había ayudado a tener sueños lúcidos estables. Antes de aventurarme a probarla decidí ver qué efectos tenían en mí sus ingredientes por separado, pero no sólo al tomarlas en infusión.

Mientras buscaba información acerca de las hierbas mencionadas descubrí la posibilidad de hacer bolsas aromáticas para poner dentro o al lado de la almohada. La función de estos objetos es la de ayudar a crear un ambiente relajante, propicio para dormir bien, en el caso de los insomnes, e ideal para recordar sueños, en el caso de quienes queremos saber más acerca del mundo onírico.

En diciembre pasado, mientras hablaba del tema con unos amigos uno de ellos me encargó unas bolsas para recordar sueños, por lo que aceleré mi proceso de aprendizaje para poder entregarle algo especial. Estoy totalmente convencida de que las cosas hechas a mano y con intención tienen espíritu, quedan impregnadas con una cualidad especial que ayuda a las personas que las reciben, por eso no sólo compré personalmente las hierbas que iba a usar sino que las mezclé con las manos, pensando en aquellos que las recibirían. El resultado, según me comentan, ha sido positivo. El olor que desprenden toca los objetos cercanos y se queda en ellos durante un tiempo. Alguna persona, que sólo las conoció de paso sonríe, cuando evoca su olor. Un tercero dice que sus recuerdos oníricos ya no son tan esporádicos, ahora se han hecho cotidianos.

Las bolsas de hierbas pueden guardarse en bolsas de tela reutilizables, así duran más, no sueltan polvillo y disminuyen la probabilidad de producir reacciones alérgicas.

Las bolsas que hago tienen mezclas de hojas secas de artemisa (mi favorita), romero, yerbabuena, melisa/toronjil, cidrón/cedrón, hojas de limón, alfalfa, flores de manzanilla, clavos de olor y estrellas de anís. No siempre uso todas las hierbas juntas ni en las mismas proporciones, todo depende de lo que esté en temporada, del camino recorrido por la persona y de la fuerza de los olores. Por ejemplo cuando preparo una bolsa para alguien que lleva algún tiempo trabajando con sus sueños prefiero incluir más artemisa porque fomenta los sueños lúcidos, además aumento la cantidad de romero porque entre sus propiedades está la de fortalecer la memoria, algo que nunca sobra, en especial cuando se tienen sueños reveladores, como suele pasar con aquellos que se incuban para resolver problemas o tener ideas innovadoras.

En contraste, si la bolsa es para alguien que sólo quiere dormir bien, alejar el insomnio y las pesadillas, aumento las cantidades de cidrón/cedrón, yerbabuena y manzanilla, pues al combinarlas producen un aroma familiar y tranquilizador.

Mezclar, rellenar, coser... algunos de los pasos para crear estos "bastones" que ayudan a los soñadores a recorrer los senderos del mundo onírico.
Creo que el hecho de escuchar música clásica mientras trabajo con hierbas también les da un toque especial a las mezclas que preparo. Me gusta agradecer a los elementales que las acompañan y tratarlas con respeto, pues más que materias primas simples son seres vivos que acompañan a animales y humanos en las tareas que deben completar. Y también están las piedras.

Aunque me gustaría incluir algunas como la adularia o la crisocola no siempre es posible, esto por costos, por lo tanto por ahora sólo incluyo amatistas. Estas piedras, adheridas a las bolsas por medio de un imperdible o gancho de nodriza, refuerzan las propiedades de este bastón onírico. A quienes las reciben les recomiendo limpiar el cristal con agua mezclada con sal marina durante 24 horas para que quede listo para trabajar con él. En ese estado se puede comenzar a construir una relación cercana con este elemento que también ayuda a recordar sueños y, cuando se lo necesita, a descongestionar los senos paranasales.

Sé que para muchos los efectos producidos al entrar en contacto con hierbas aromáticas y medicinales no son más que suposiciones, por eso creo que es importante experimentar, sólo así se podrá saber por vivencia propia cómo el oler algunas hojas de melisa/toronjil poco antes de dormir puede ser un aliado crucial para disolver pesadillas, como ya lo he hecho alguna vez.

jueves, 4 de febrero de 2016

Sueños pre-lúcidos

“Debo estar soñando”, “déjame contarte lo que soñé el otro día” o “te juro que tuve un sueño lúcido” son frases que dichas dentro de un sueño anuncian que la posibilidad de despertar dentro de él está cerca.

Diferenciar un sueño cotidiano de uno lúcido es fácil, lo que no es tan sencillo es reconocer el camino que lleva del primero al segundo. En el sueño lúcido despiertas en el mundo onírico pero sin abrir los ojos en la vigilia, o sea que sigues durmiendo en tu cama. En el sueño cotidiano, en cambio, vives cómodamente en tu casa pero nunca llegas a preguntarte por qué para ir de un nivel a otro tienes que arrastrarte por las escaleras. Entonces ¿qué pasa con los estados intermedios?

Quienes aspiramos a ser onironautas hacemos ejercicios para lograr la anhelada lucidez sabiendo que es un estado que se alcanza gradualmente y no con un estallido espectacular. Y esto lo sabemos no porque tengamos poderes mágicos sino porque hemos dedicado tiempo a desarrollar nuestra atención.

Parte del entrenamiento para ensoñar consiste en llevar un nocturnario o un diario clásico en el que se apuntan recuerdos oníricos, hechos sobresalientes, reflexiones y análisis. Esta costumbre, con todo y su inevitable subjetividad, te prepara para detectar cambios delicados en tu rutina, diaria y nocturna, que te muestran avances y retrocesos respecto a tu objetivo. Si no procedes de esta forma es mucho más difícil saber si lo que haces, en un sentido o en otro, tiene efecto. Otra ventaja de llevar registros de este tipo es que te ayudan a comprobar que los sueños lúcidos no son una consecuencia fortuita de la huída de un monstruo o de una bruja. Con el paso de las páginas escritas descubres que puedes influir en más situaciones y eventos de los que imaginas.

Yo, después de haber tenido un sueño lúcido espontáneo, releí mis diarios personales buscando señales, destellos de lucidez y los encontré. Descubrí instantes en los que sospechaba, sentía o decía que estaba soñando. Justamente por ser chispazos en medio de sueños muy detallados, en su día no llamaron mi atención, pero cuando volví la mirada atenta hacia ellos me mostraron un camino. Ese sueño lúcido que pensé había tenido casi de la nada, con pocos preámbulos y sin buscarlo, no era, como creí en un principio, una etapa alcanzada de forma mágica y automática. Antes de llegar allí tuve que recorrer varios peldaños, a veces hacia arriba, a veces hacia abajo, hasta que estuve lista para disfrutar y reconocer la experiencia. A esos peldaños, a las etapas previas al despertar onírico se le pueden llamar sueños pre - lúcidos y se presentan de modos muy variados.

Otros ejemplos de sueños pre – lúcidos son: percibir lucidez seguida por la disolución del sueño y percibir lucidez seguida de un sueño común. El segundo tipo suele ser notado después de despertar y registrarlo, preferiblemente a mano, pues esta acción ayuda a tomar distancia del fenómeno y a sentir la novedad (he aquí otra razón para no dejar de lado la tarea de llevar un nocturnario). Sea cual fuere el caso, en estas experiencias el soñador sospecha, dentro o fuera del sueño, que ha soñado.

Algunas personas sienten frustración al recordar que dentro de un viaje nocturno hablaron de sueños pasados, dijeron frases como “pero si esto es un sueño” o señalaron una situación extraña que, a las claras, no podía darse en la vida despierta, sin embargo en estos casos lo mejor es evitar desanimarse. Aunque es incómodo descubrir que el objetivo tan anhelado estuvo en la punta de los dedos, abandonar el entrenamiento para ensoñar en este punto equivale a tirar a la basura, en el preciso momento en el que las semillas de lucidez empiezan a germinar, el tiempo invertido en ello.

A los sueños  pre – lucidos hay que reconocerlos, por lo tanto, como avances y no como tropiezos en una práctica que plantea más preguntas que respuestas.