miércoles, 31 de agosto de 2016

Para qué sirve recordar y registrar sueños

Si la respuesta a la pregunta ¿para qué sirve soñar? es esquiva, la respuesta a la pregunta ¿para qué sirve recordar y registrar nuestros sueños?, lo es todavía más. No creo tener una respuesta definitiva para ninguna de las dos pero he hecho algunas aproximaciones que me hacen sentir que estoy en el camino correcto. Estos son los hechos.

Hace aproximadamente 13 meses viví un episodio que llamó mucho mi atención, al punto que me motivó a registrar a diario mis sueños. La mañana en que ocurrió era común. Ya había amanecido y yo recordaba sin esfuerzo los últimos sueños que había tenido: estaba en una estación de buses, vestida con ropa que no tengo en mi vida despierta, luego usaba un ascensor para bajar a un nivel subterráneo y estando dentro de él sentí, junto a otras personas, que la tierra temblaba. El miedo quizás o la necesidad de mantener el control me insinuaron que toda la situación era un sueño. Aunque la lucidez sólo duró un instante, no olvidé lo que pasó luego. Después de una interrupción breve salí a la superficie para darme cuenta de que estaba cerca de un edificio que llevaba el nombre de una avenida. El sueño terminó en ese momento y yo desperté de forma natural. Ese día tenía que levantarme temprano para ir a algún lado y como la alarma de mi teléfono celular no había sonado supe que me quedaban algunos minutos para disfrutar. Me envolví más con las cobijas y esperé a que sonara la alarma. Entonces lo oí.

Una voz masculina, cantando en un acento distinto del local y con una claridad inusitada llamó mi atención. No sabía de quién era. No era Jorge Drexler interpretando Eco, la canción que usaba por ese tiempo como tono de despertador, era distinta. Lo primero que hice, sabiendo que nunca había escuchado esa canción, fue revisar mi teléfono. La hora era la que creía, por lo tanto el artefacto no era la fuente del sonido. ¿Y los vecinos? Si bien no tengo los vecinos más silenciosos y amables del mundo, los ruidos que vienen del piso de arriba llegan a mi ambiente sin nitidez y con interferencia. Difícilmente habría podido identificar la frase exacta que había escuchado si hubiese venido de allí. ¿Y la ventana que da al patio interior del edificio? Al ser un espacio techado el sonido habría tenido mucho eco, no se habría sentido como se sintió, prácticamente como si viniese de un radio a mi lado. Intrigada repetí la frase para no olvidarla, la apunté en mi cuaderno y comencé con mi rutina de ese día. A la hora programada el fragmento de la música que me acompañaba en las mañana se dejó oír. Más tarde confirmaría lo que ya sabía.

Mi hipótesis mejor para explicar el acontecimiento inusual era que, aunque no me lo creía, la canción había venido desde el radio de un vecino. Si tenía razón y la canción era alguna de moda, encontraría la letra tras una búsqueda sencilla en internet, pero no fue así. El doctor google me sugirió otras tonadas pero ninguna correspondía a la que había sonado esa mañana en mi habitación. Por lo que sé la canción no existe.

En ese momento no había leído el libro Alucinaciones del genial Oliver Sacks. Si lo hubiese hecho quizás no habría comenzado un maratón onírico improvisado. Este neurólogo cuenta en su libro la complejidad que pueden alcanzar las alucinaciones hipnopómpicas, o las que se tienen al despertar, que se caracterizan por ser muy complejas y realistas. Explica allí también que a veces pueden ocurrir varios minutos después de despertar, a plena luz del día y no en medio de las tinieblas, como ocurre con varias figuras altas, oscuras y vestidas con sotana que les quitan el sueño a tantos.

Otro libro que tampoco había leído en esa época es Realidad daimónica de Patrick Harpur, uno que me enseñara cómo apariciones −de ovnis y de vírgenes−, encuentros con criaturas fantásticas e incluso sueños pueden tener un impacto muy significativo en la vida de las personas. En este momento la explicación que puedo darle a ese fenómeno es que fue eso, una alucinación hipnopómpica, algo que me cuesta creer pues estoy bastante familiarizada con ellas y con sus primas hermanas las alucinaciones hipnagógicas, o de entrada en el sueño, menos complejas y más parecidas a instantáneas, a diapositivas que se presentan sin hilo conductor. Éstas últimas se producen, la mayoría de las veces, cuando estamos a punto de quedarnos dormidos pero también pueden visitarnos alguna mañana.

Registro minucioso u obsesión

Leí en los antepasados de los grupos y de las páginas de facebook, es decir en la sección de comentarios de blogs abiertos hace más de diez años, que una vez comienzas a registrar tus sueños surge una especie rara de inercia que te impide parar. Me reí al leer el comentario, me reí porque lo supe cierto.

No importa qué medio tenga a mano para registrar mis sueños, lo cierto es que lo hago de un modo casi obsesivo desde el día en que despierta escuché la voz cantarina de ese hombre. Apunto mis sueños en la libreta que cargo en la cartera, en archivos de computador, los he grabado con la grabadora de voz de mi celular y, claro está, en mi sempiterno nocturnario / diario. Leyendo a Guillermo Pérez en El sueño lúcido aprendí que a veces basta con darle un título al sueño para, meses después, ser capaz de recordar todo el relato. Si bien no he llegado a tal punto de experticia sí me ha pasado que sueños grabados con voz, a los que les he dado un título después de escuchar de nuevo, vienen a mi memoria con detalles al sólo pronunciar el título. Me ha pasado también que al revisar una grabación de hace meses, al comenzar a escucharla el sueño me parece ajeno pero en la medida en la que mi relato avanza soy capaz de “predecir” lo que ocurrirá a continuación y de entender los significados que cuando lo tuve parecían misterios cifrados.

Consejeros hechos a medida

A través de reuniones, charlas informales y otras algo más formales he acuñado la idea siguiente: Los sueños son como niños y las pesadillas son como pataletas. Si les prestas atención a tus sueños, así como se la prestas a un niño, éstos no sentirán la necesidad de llamar tu atención actuando de un modo ruidoso y exagerado. Esta idea ya no es hipótesis para mí, es realidad. Lo he comprobado tantas veces que he recuperado la capacidad de entender mis sueños nada más recordarlos.

En otra época, hace más de diez años, sentía que mis guías espirituales me explicaban el sueño que acababa de tener justo antes de despertarme del todo. Le di la espalda a esa práctica más o menos por la misma época en la que dejé de prestarle atención a mi actividad onírica, pero este camino, que me escogió a mí y no yo a él, me llamó a sus filas de nuevo, me probó y, tras varios esfuerzos, me entregó herramientas nuevas, distintas seguramente de las que usaré dentro de unos años. Sea como fuere una de las conclusiones a las que he llegado es que entre más sueños registras, de preferencia a mano, más los comprendes y menos te autoengañas.

Cuando estableces una relación honesta y abierta con tu actividad onírica los símbolos dejan de disfrazarse con ropas y maquillaje abigarrado. Si sientes que te hace falta la plata te lo muestran directamente con imágenes de bolsillos desocupados y ropa muy gastada. Si le tienes miedo a las alturas te hacen experimentar vértigo cuando te asomas por una ventana desde el piso número veinte de un rascacielos. Pero eso no es todo.

El transitar la dimensión onírica con tanta naturalidad te prepara para dar pasos importantes e inevitables, así esa naturalidad a veces implique vivir experiencias intensas en ausencia de cuerpo, o quizás por eso mismo. Una cosa es haber oído hasta la saciedad que el cuerpo es un vehículo, pero otra muy distinta es vivirlo. El mundo de los sueños te enseña a través de la experiencia que existes más allá de lo físico. Si un gamberro cósmico te persigue y te sientes vulnerable sientes miedo, así no sea posible que te haga sangrar. La persecución te muestra de forma empírica que las emociones negativas hieren, que son igual de reales que lo que vemos con los ojos físicos, pero también te recuerdan que no son los únicos órganos que tienes para “ver”.

Con el registro onírico constante que he hecho en el último año he comprobado cómo mis umbrales de percepción bajan, esto quiere decir que estímulos que siempre han estado en el ambiente pero que antes ignoraba ahora están a mi alcance. El olor del esmalte usado por una mujer hace horas o el movimiento preparatorio de quién está por irse genera un efecto en mi campo perceptual. La energía negativa a punto de estallar de un modo violento se hace evidente. La intromisión de un recién conocido se revela sin demoras, porque no voy a mentir, no todo es una pradera llena de mariposas y unicornios. Los retos reclaman su lugar.

Yo no pedí ser más sensible. No comencé a explorar el mundo onírico para canalizar entidades ni para adivinar el número ganador de la lotería, entré, como a muchas otras cosas en mi vida, por curiosidad pura, y un poco me ha pasado como al gato. Partes cínicas de mí murieron porque no les quedó más remedio. Miedos quedaron tendidos en el campo de batalla porque se dieron cuenta de lo ridículos que eran. Aún le temo al dolor, a la enfermedad, a la vejez, a la inmovilidad y a mil cosas más, pero, a diferencia de la que era hasta hace unos meses, ahora esos miedos no me paralizan. Los veo a los ojos y doy el paso de todos modos, así sea un paso corto. Avanzo para no quedarme en el mismo lugar, avanzo para crecer.

La relación que tengo conmigo misma es mucho más satisfactoria de la que tuve antes. No me siento sola, anticipo consecuencias con más fluidez, tengo más claridad acerca de cómo quiero usar mi tiempo, me alejo con facilidad de quien no me interesa sin sentir dolor o culpa por ello, reclamo lo que quiero sin sentir que abuso de nadie y me alegro sinceramente cuando sé que alguien tiene éxito. Ahora entiendo mejor la relación causal que hay entre el trabajo duro y las recompensas. Ya no gasto mi energía criticando durante horas o elucubrando acerca de quién se acostó con quién o quién sobornó a quien para llegar a donde está. Ahora estoy muy ocupada y muy satisfecha compartiendo lo que sé porque quiero que más personas se sientan tan bien como yo. Así los momentos oscuros me sigan acompañando no lo hacen durante mucho tiempo. Si me siento débil, vulnerable o triste sé que al sentarme a meditar volveré a ser consciente de mi centro, me conectaré con la felicidad que he experimentado antes, con esa esencia que no es mía ni de nadie y que tampoco está ligada a una persona ni a una situación en particular. Ahora sé de memoria el número que tengo que marcar para comunicarme con ese Yo superior del que todos hacemos parte. Ahora reconozco los infiernillos terrenales que me alejan de los paraísos ídem porque soy capaz, cada vez con más frecuencia, de reconocer la frontera emocional que hay entre unos y otros. Así que para todo esto sirve registrar sueños.

El paso que di en esta dirección lo di muchas veces, sólo que no fue seguido por otros iguales. En el pasado a veces apuntaba mis sueños, a veces los analizaba y muchísimas veces más los dejaba en el olvido. Al revisar diarios de décadas anteriores me molesta descubrir que no hay ni una palabra acerca del contenido de sueños que me hicieron advertencias acerca de situaciones desagradables. Con el corpus onírico que he acumulado hasta la fecha mi intuición también se ha desarrollado, ahora en falsa ausencia de pistas o claves, porque la información siempre está disponible, sé que eso que llamaba apatía o pereza es, en más de una ocasión, una señal para cambiar la dirección mas no para detener la marcha. No se trata de que sea infalible, de que todo lo vea y de que todo lo prediga, es más bien que he avanzado en eso de ahorrarme tropiezos, sufrimiento y pérdidas innecesarias. Mi atención ha aumentado y por ende ha mejorado la capacidad de elegir en qué o en dónde debo enfocarme.

Hoy que tengo más claro el nexo que hay entre las emociones negativas y la enfermedad puedo hablar con propiedad de aquello que redescubrió Freud, cuando explicaba que los sueños son una vía regia para comprender la actividad del inconsciente y el modo en que nos determina. A mí ya no tienen que venir a decirme que si presto atención a lo que me pasa de noche mi vida va a cambiar, mi vida cambió para bien y va a seguirlo haciendo. A veces sigo sintiendo que la energía se bloquea, que se estanca, pero también sé que cuando eso pasa puedo acudir a esa fuente de sabiduría infinita durante el día y durante la noche, una fuente que está ahí para mí y para todos. Mis sueños me han servido para estar, más convencida que antes, de que los ratos malos son sólo estaciones en un ciclo eterno, universal, que no se detiene, un ciclo que te arrastra si te resistes, pero que si aceptas seguirle el ritmo te enseña a danzar con él.

miércoles, 13 de julio de 2016

Un paso más hacia la extinción del miedo

En un artículo que escribí hace meses o en una actualización de mi estatus en facebook de la misma época escribí “si la alucinación llega cuando la esperas no causa miedo”. Me refería a lo que experimenté usando una técnica, basada en una frase específica y en un conteo, con el fin de provocar sueños lúcidos. Hoy, volví a usarla y los resultados, carentes de alucinaciones oscuras esta vez, volvieron a sorprenderme.

Desperté hora y media antes de la que había fijado en el despertador, y sabiendo que podía dormir un poco más me animé a repetir la frase con la que ya tengo experiencia: 1, estoy soñando; 2, estoy soñando; 3, estoy soñando… con la esperanza de quedarme dormida de un modo consciente. La repetí 20, 25 veces hasta que perdí la concentración y me descubrí repitiendo, en cambio, el mantra om mani peme hung. Apenas noté la distracción volví a la técnica,  1, estoy soñando; 2, estoy soñando; 3, estoy soñando…, para reforzar el efecto intenté estar tan quieta como fuese posible. Primero boca arriba y luego de costado, buscando muy rápido una posición cómoda, una que no estuviese antecedida por demasiados movimientos, luego volví al conteo, con tanta consciencia como me era posible. Cuando calculo que faltaba una hora o 45 minutos para levantarme logré estar inmóvil y concentrada en la frase. El sueño dulce estaba a punto de visitarme otra vez, lo de antes sólo había sido dormitar. Repetí la frase y hubo una pausa que creo breve, a continuación vi una mujer que caía por la ventana de un edificio. Completamente imbuida en el sueño creí que era mi realidad, pensé que era una imagen demasiado fuerte como para que un noticiero la transmitiera en directo, pero en el fondo había una sospecha. Sabía que el despertador estaba por sonar o algo así, hasta que ocurrió. La imagen quedó grabada en mi memoria, así como los fragmentos de los sueños que tuve antes del despertar no planeado, además me sentía bien. Sentí que el descanso había sido reparador y más. No sólo me recuperé de lo hecho el día anterior sino que avancé un poco más en el sendero onírico.

Esta noche volveré a practicarla, aprovechando una de esas consecuencias no planeadas, no esperadas que tiene el transitar el mundo de los sueños: la extinción del miedo. Hoy no vendrán a visitarme mujeres sin ojos, indígenas queriendo tomar mi cuerpo ni brujas malas.

martes, 7 de junio de 2016

Soñar en grupo: Reflexiones acerca de experimentos oníricos

Una de las posibilidades más espectaculares del aprendizaje onírico, además del sueño lúcido, es la de tener sueños compartidos. Atraída por esta idea, que veía como una curiosidad más que como un hecho probable, organicé el primero de los experimentos oníricos grupales que he llevado a cabo hasta la fecha. Lo que sigue es un poco de lo que he aprendido durante los últimos meses.

Lo primero que hice para comenzar un experimento onírico fue una convocatoria, algo relativamente fácil teniendo en cuenta que desde hace un par de años vengo construyendo una lista de correos electrónicos a la que le mando noticias, artículos y novedades de lo que voy encontrando en mi camino dentro del mundo onírico, sin embargo para mi primer experimento no me quedé ahí. Cada tanto reviso los artículos que encuentro acerca de sueños lúcidos, significado de los sueños y mundo onírico en general para ver si descubro algo nuevo. La mayoría de las veces sólo veo repeticiones.

Muchos se limitan a definir lo que ya sé, a parafrasear las teorías de Freud y Jung, pero muy pocos hablan de primera mano, por un lado porque no se sienten cómodos relatando sus experiencias en espacios abiertos y segundo (razón predominante) porque aman, adoran hablar sin tener ni idea de lo que dicen. Son muchísimos los autodenominados onironautas que se sienten con la autoridad suficiente para dar consejos y pontificar acerca de algo que, con suerte, habrán vivido dos o tres veces en sus vidas, pero como esos ya tienen demasiado espacio en las redes sociales, voy a dejarlos de lado en este párrafo.

Después de enviar un correo a los contactos de mi lista, recorrí la sección de comentarios de aquellas páginas en las que se mencionaban experiencias avanzadas en torno a los sueños. Algunas personas, con la esperanza de contactar a soñadores experimentados y disciplinados, dejaban sus correos para que alguien les escribiera. Yo tomé la iniciativa. Un par de ellos contestó y alguno mencionó que lo había hecho justo cuando retomaba su conexión con el mundo onírico, un comentario que cada tanto oigo o leo. Y así, con la sincronía –o la sincronicidad− en acción pasé a la parte meramente logística.

Llevar nocturnarios, pero sobre todo, diarios personales durante años me ha enseñado que la privacidad es muy importante. Aunque muchos políticos quieran hacernos creer que para vivir en un mundo más seguro es necesario que renunciemos a nuestra privacidad, porque así pueden agarrar a los terroristas más fácilmente, yo pienso de un modo muy distinto. No sólo porque tengo fresco el recuerdo del documental Citizenfour, sino porque sé que mis sueños hablan de conflictos, fantasías y deseos que no me interesa compartir con todo el mundo. Sí, lo sé, si lo publico en internet o si se lo envío a alguien por correo ellos, los ojos censores que todo lo ven, tienen acceso a él, a mi sueño, a mi intimidad, pero no por eso me siento cómoda mostrándole mis viajes nocturnos a cuanto desconocido pasa por mi página, y parece que no soy la única que piensa y siente así.

Hace unos meses se abrió una encuesta en uno de los grupos en los que estoy en facebook, la pregunta era ¿quieren que este grupo sea público? El no ganó. Entre las razones que leí para tomar esta decisión estaba que los soñadores se sentían más cómodos compartiendo sus experiencias sólo con otros que habían vivido cosas similares. Por lo visto a la mayoría le pareció muy poco atractiva la idea de ser llamado raro, freaky o drogadicto por gente que ni siquiera sabe de qué se habla cuando se menciona el término sueño lúcido.

En la página slucidos.com, por el contrario, los avances de los experimentos son públicos. Cualquiera que entre a los foros puede saber quiénes están participando y qué están soñando. Es cierto que los usuarios pueden elegir apodos y que las fotos son compartidas sólo entre los participantes de los experimentos, sin embargo la parte más íntima, más sensible queda expuesta. Cada quien es libre de contar o no sus sueños, lo que da un margen de protección, un margen que puede ser aceptable para ellos, pero no para mí.

No quiero que se me malinterprete. He entrado a esas secciones, he comentado y me sostengo en lo que allí he dicho: los ejercicios grupales y públicos son muy importantes, muy valiosos para animar a las personas a reconectar con una realidad que, lo acepten o no, viven noche a noche. Como con cualquier opción de crecimiento personal, espiritual o como quieran llamarle es eso, una opción, no la única ni la mejor. Sabiendo esto decidí crear una alternativa.

Todo lo hice de un modo intuitivo. Abrí una página en mi blog El sueño significado, a la que sólo tendrían acceso, a través de una contraseña, quienes hubiesen enviado la información necesaria para participar en el experimento. Claro que este sistema tiene fallas, pero la mayoría de la gente prefiere perder su tiempo de otras formas, por eso no anda robando información para saber qué sueñan los demás. Una vez creado el formato comencé a dar instrucciones y a soñar. Más adelante me encontraría con otra ventaja que no sospechaba.

Cuando se usa un foro para conducir un experimento onírico, por las características de este tipo de sitios, los mensajes se suceden uno detrás de otro. A menos que se haya organizado todo para que un miembro del grupo pueda responderle al otro justo debajo de la contribución inicial, su respuesta quedará muy abajo, dando la impresión de desconexión. Incluso si la herramienta existe pero las personas no saben utilizarla pasará lo mismo. Esto es lo que he visto en slucidos.com En mi blog, la comunicación entre participantes ha fluido de un modo distinto. En general todos, incluso una mujer que dice no tiene muchos conocimientos técnicos, han aprendido a usar con bastante rapidez la función de “responder a” con lo que se dan conversaciones virtuales, parecidas a las que nos muestra hoy en día facebook, con la opción de responder a cada comentario. Esta función le da a nuestras intervenciones un orden y una claridad que nos acerca entre sí, algo que como describiré luego es muy importante.

En sociología se habla de cómo las personas que conforman un grupo desde el principio siempre tendrán un grado de confianza y compenetración mayor que el que se tiene con alguien que llega uno, dos, tres o más años después de conformado. Para el nuevo, así lleve varios meses, será inevitable sentirse excluido cuando los demás comiencen a hablar de experiencias que tuvieron antes de que él apareciera. Al verlos reír por eso tan gracioso que les pasó y que los unió más, el “recién llegado” se sentirá raro porque eso de lo que se habla será una historia vacía, una referencia a algo vivido por terceros en una realidad que no le pertenece. Esto es justamente lo que pasa en los grupos oníricos consolidados.

Cuando llega alguien nuevo, por más que los miembros antiguos le den una bienvenida cálida y quieran hacerlo sentir cómodo, siempre surgirán comentarios y referencias a momentos vividos en el pasado. Esto lo he visto en slucidos.com y ya comenzó a pasar en mi blog. No lo voy a negar. En los últimos dos experimentos (he organizado tres), cuatro onironautas somos los mismos, por eso sin darnos cuenta tendemos a relacionar lo que nos pasa en los sueños del momento con lo que hemos soñado antes. Si alguien no ha participado en ellos no podrá saber de qué hablamos, en parte porque no tiene las contraseñas necesarias para acceder a las páginas correspondientes, y también porque, así las tuviera, es muy probable que no le interesara leer el registro detallado de todo lo que ha pasado antes de su llegada.

La experiencia que he acumulado del modo que acabo de describir me permite hacer las siguientes observaciones acerca de cómo es el aprendizaje grupal en el mundo onírico.

Se avanza más cuando los grupos son pequeños. La idea de armar grupos grandes, nutridos y vibrantes está bien para fiestas y paseos, pero cuando se trata de acercarse a una materia tan sutil y delicada, como son los sueños, lo mejor es que los integrantes no sean más de 8. Grupos más numerosos hacen que entren en juego demasiados factores, demasiados detalles que es difícil retener. Recordar sueños vívidos y con detalles es complicado para muchos, por eso me parece innecesario agregar más distractores. Entre más personas participen en un experimento onírico más atención habrá que prestarles a los personajes que aparecen en las historias nocturnas. Esto si bien es un reto saludable y atrayente, no creo que sea un objetivo adecuado para las etapas tempranas de aprendizaje. Al comienzo lo que uno busca es un grupo de apoyo en el que se pueda confiar y al que se pueda acudir en caso de confusión o peligro, que los hay, y esa confianza se construye con más facilidad cuando se puede identificar a los demás con o casi con los dedos de la mano.

Si vienes buscando el significado mágico de tus sueños, olvida el camino que te trajo hasta aquí. A pesar del tamiz inicial que hice para organizar el primer experimento onírico en mi página, algún aficionado a la interpretación de sueños llegó. Ya alguien me dirá que lo menos que puedo esperar es eso, si mi blog se llama El sueño significado, pero a ese alguien le diré “sí, pero no”. Cuando convoco un experimento onírico explico someramente el procedimiento a todos los curiosos y les doy los requisitos a cumplir (usar el nombre real, enviar una foto ídem, etc.). A la segunda fase suelen llegar sólo los que están realmente interesados, aunque también he visto a alguno que se apunta, manda todo y luego desaparece. Sin embargo, a pesar de las aclaraciones repetidas, a veces se cuela alguna persona que viene a preguntar por qué soñó esto o aquello, de pasada nos despacha una confesión no solicitada de lo que le preocupa en su vida despierta, hecho que sólo confirma que ya sabe por dónde van los tiros pero no se anima a correr del todo la cortina. Estos personajes suelen aburrirse pronto, porque se dan cuenta de que ya no estamos interesados en el tema. Frustrados se van a seguir buscando la respuesta al enigma en otro lugar. Nuestro objetivo es encontrar pruebas acerca de la comunicación que existe entre soñadores, no hacer conjeturas acerca de lo que la mente inconsciente quiere decirles a los otros, eso lo vemos como una tarea personal e individual en la que preferimos no meternos, menos si nadie lo ha pedido.

Si al despertar no te acuerdas ni de de cómo te llamas la vas a pasar mal. Se apuntan, 10, 15 participantes y al final 6, con suerte 8, envían sus sueños. Luego varios se limitan a ver desde la barrera cómo los más experimentados relatan sus experiencias oníricas, como envidiando al marinero veterano que acaba de llegar de una travesía por el Mar del Norte. No son pocos los soñadores que se unen a experimentos sin haber recordado y registrado sus sueños durante una semana seguida. Luego se quejan porque no lograron los objetivos o porque cuando recordaron sus sueños no tenían nada que ver con la temática propuesta. Esperan milagros y de eso nada. La memoria onírica, como casi todo, aumenta con la práctica, con el levantarse en la mañana o en medio de la noche a escribir lo mucho o poco que se recuerda de eso que estaba pasando en una dimensión distinta de esta. Entre más se recuerda y más se apunta más probable es reconocer a otros soñadores, despertar en un sueño y, por añadidura, cumplir con los objetivos individuales o grupales propuestos para un experimento. Yo apenas llevo un año recordando mis sueños y registrándolos a diario. Apenas un año porque sé de varias personas que llevan años dedicados a esta tarea. Los onironautas con más destreza no son necesariamente aquellos que desde niños tuvieron la capacidad de ensoñar sino quienes decidieron desarrollar con constancia ese talento en sus vidas. Otros lo tuvieron una vez y lo perdieron durante años, al cabo de los cuales tuvieron que retomar los ejercicios, el entrenamiento para estar “en forma onírica”. La calea zacatechichi y la galantamina (suplementos químicos para ensoñar) son atajos que no te sirven para nada si no sabes a dónde quieres ir.

OVNI es una sigla que significa Objeto Volador No Identificado, no una palabra corta para mencionar naves espaciales tripuladas por marcianos. Parece obvio pero no lo es. Muchas veces oigo, y me desespero, cuando un creyente en marcianos usa la palabra ovni de ese modo. Ni los ovnis son pruebas de la existencia de vida extraterrestre ni todos los sueños son experiencias religiosas y trascendentales. Quizás una de las peores cosas que me puede pasar en un experimento, además de terminar en un sitio oscuro en el que me persiguen saboteadores que me aterran y de los que no puedo huir, así sea un sueño lúcido, es toparme con uno de esos sujetos que siempre se despide diciendo “namasté” y que quiere abrazar a todos sus hermanos cósmicos. Esto, aunque no me ha pasado todavía es una posibilidad real, una que eludo tanto como puedo. El mundo de los sueños ya es bastante confuso como para agregarle expectativas mágicas y fantasiosas. La gente que quiere tener sueños lúcidos para descubrir el sentido de sus vidas, hacer desaparecer sus problemas con un chasquido de dedos o saber por qué su expareja ya no le quiere puede contaminar los resultados. Se aprende más y se avanza igual cuando los soñadores que se juntan para experimentar tienen un mínimo de criterio y  de objetividad, o mejor, de sentido común. He visto cómo un participante se hace una pregunta, sin que los demás lo sepan, y luego recibe la respuesta a través de un sueño de otro miembro del grupo. Las afirmaciones o enseñanzas que dejan tras de sí los sueños suelen ser expresadas con contundencia y brevedad. Su naturaleza deja ver que vienen de un lugar más sabio, no mediado por la razón. Así mismo creer que todo lo que se oye, ve siente o experimenta es sabio e incuestionable es peligroso, por eso nunca sobra comparar notas y conclusiones, algo que es más sencillo hacer cuando la mente está tranquila y los deseos no están desatados.

No te lo guardes porque ahí puede estar la respuesta que andamos buscando. Una de las ventajas de experimentar con otros soñadores que tienen un nivel de control onírico similar, y de hacerlo en un espacio resguardado, es que podemos publicar tantos recuerdos oníricos como queramos. Estén relacionados o no con los objetivos que nos planteamos al comienzo del experimento, los vemos como material útil para responder preguntas y sacar conclusiones cuando llegamos a la etapa de análisis. En nuestras páginas apuntamos todo lo que queremos, así no sean historias completas o escenas hiladas, lo que aumenta la probabilidad de encontrar coincidencias entre los sueños de los participantes. El concentrarse únicamente en los sueños literales, en los que hablan de modo directo del objetivo está bien si se quiere ser súper-hiper-mega-riguroso, pero al comienzo, cuando uno intenta tener un sueño lúcido y ver si hay conexión con los demás soñadores puede convertirse en un obstáculo que sólo dificulta y ralentiza el aprendizaje. Luego será el momento de adivinar el número de la lotería o de comprobar si es cierto eso que dicen de que hay guardias etéreos vigilando la entrada a la Biblioteca del Vaticano en el plano astral.

La respuesta es 35’327.347. Pero si yo no hice ninguna pregunta. Así, así son las respuestas que se reciben cuando se comienza un experimento onírico sin objetivos claros ni preguntas definidas. Se sueña cualquier cosa, se va a cualquier lugar y, si se tuvo la dicha de alcanzar la lucidez, se siente que se desperdició el sueño lúcido, junto a todos los esfuerzos que se hicieron para lograrlo. Los principiantes poco constantes se quejan, lloran amargamente porque ya llevan tres, días, imagínense, tres días enteros intentando tener un sueño lúcido y nada, no logran nada. Se frustran. Ya me gustaría a mí verlos cuando logren tener un sueño lúcido, se les salga de las manos y peor, no tengan un objetivo para aprovecharlo, eso, eso sí que da rabia. Por eso repito que la disciplina es importantísima. Para avanzar en aguas tan difusas como lo son las del mundo onírico no hay nada como ir en busca de un faro, de un puerto. Las características del objetivo girarán en torno a los intereses de cada grupo y de cada soñador. Es posible crear misiones conjuntas en las que cada quien hace las veces de pieza indispensable en la construcción de un rompecabezas, pero más allá de la misión que se describa, lo que cuenta es saber a qué se va, no ir sólo a ver qué pasa. Cuando se va con la segunda actitud es posible que no haya ninguna conexión entre soñadores, que se termine creyendo que esta chalada de los sueños lúcidos no es más que otro invento de la new age para vender libros y cursos. Entretanto los demás, los que sí sabemos a qué vamos, y tenemos una idea de a dónde queremos ir, vemos cómo aumenta nuestra consciencia.

Ser onironauta no es una moda. Aunque nos sabemos pocos, nos gusta. No hacemos esto porque sea una tendencia ni porque un actor de cine confesó que tiene un maestro que le enseña a ensayar sus parlamentos mientras duerme. Exploramos el mundo de los sueños para crecer y vivir mejor, no para que los demás nos vean como si fuésemos sabios o seres inmunes a los problemas. Visitamos los campos oníricos para aprender y asombrarnos, para comprobar todos los días y las noches que la realidad de la vida despierta no es la única que existe. Sabemos que el modo en que recorremos esa otra realidad es sumamente impopular, impopular porque demanda esfuerzo y disciplina, pero también sabemos que entre más sueños recordamos, entre más sueños registramos, más horas de vuelo onírico juntamos y así avanzamos, aunque muchas veces no tengamos muy claro hacia dónde ni cómo. No tenemos gurús intocables ni dogmas inviolables. Somos un puñado de curiosos más que otra cosa. Unos curiosos que la pasan bien.

jueves, 26 de mayo de 2016

Ya no se interpretan sueños

Hoy, como cada tanto ocurre, alguien que sabe que ando muy metida en el tema de los sueños, me contactó para preguntarme si podría ayudar a una amiga suya interpretando un sueño. Respondí lo que respondo últimamente cuando recibo peticiones así: Ya no interpreto sueños, me parece una actividad peligrosa e irresponsable. Aunque la practiqué en el pasado, aprendí de mis errores y ahora trato de remediarlos.

Sí, yo sé que para la mayoría de las personas, que cree que sus sueños son sólo sueños, esta respuesta puede sonar muy dramática y hasta extremista, pero ellos son ellos y yo soy yo. Soy yo la que lleva, años ya, dedicándole tiempo, amor y energía a una actividad que no para de darme recompensas. Ahora paso a explicar mis razones, no porque necesite justificarme frente a otros sino porque me parece que en el futuro podré usar este texto para dar una respuesta informada a quienes, inevitablemente, me buscarán con la esperanza de que les dé calma después de tener sólo un sueño que sí les robó la calma por más de una noche.

Si bien arranqué a estudiar los sueños por allá en 1999, observando los míos, sólo hasta 2012 decidí abrir un consultorio onírico virtual en donde las personas podían dejar sus sueños para que yo los interpretara gratis. Al comienzo me divertí. Leer sueños ajenos para intentar descubrir el sentido que escondían era como armar un rompecabezas del que no tenía un modelo a seguir. Yo juntaba las piezas como mejor me parecía y basada en ello daba una respuesta, y mis respuestas gustaban, pero no sé bien porqué.

Con el tiempo lo que empezó siendo una actividad entretenida, formativa, y que además me daba a conocer entre ese universo enorme que es internet, se volvió una carga. Los visitantes más fieles regresaban una y otra vez para relatar sueños que sólo cambiaban las situaciones pero que, a mi juicio, hablaban de los mismos conflictos irresueltos que no querían ver en su vida despierta, y esto en el mejor de los casos. No faltaban las personas que aparecían de un momento a otro exigiéndome que les diera una respuesta pronta porque me estaba demorando mucho en darles algo por lo que no pagaban ni un peso. En esta fauna también apareció una mujer indignada que se creyó con derecho de insultarme por el modo en que usaba “el don que Dios me había dado”, esto cuando expresé mi deseo de querer tener una retribución económica por mi trabajo. En ese punto la copa no estaba llena pero comenzaba a disminuir su capacidad de recibir agresiones también gratuitas.

Pasaron otros meses antes de que me aburriera por completo. En ocasiones sucesivas intenté volver a la actividad utilizando otros métodos, pero el resultado siempre fue el mismo: las personas buscaban consejos para resolver los problemas de su vida a través de sus sueños. Tenían hambre de respuestas fáciles e instantáneas como sopa de sobre (término que acuñé con el tiempo y gracias a esta experiencia), respuestas que yo no estaba dispuesta a dar y que ya tampoco me servían para aprender del mundo onírico. Entonces dejé definitivamente de interpretar sueños por frustración. Las interpretaciones que había hecho en el pasado las dejé colgadas en el blog El sueño significado por si le servían a alguien que estuviese aprendiendo del mundo de los sueños. Más adelante me esperaba un conocimiento que me confirmaría que había tomado la decisión correcta.

Por una serie de casualidades (voy a llamarlas así para no hacer eterno este texto) di con un video en Youtube que era un derivado de un derivado. Una mujer dedicada a dictar cursos de crecimiento personal había asistido a un taller con Jean Pierre Garnier-Malet y a partir de él había hecho un video en el que explicaba cómo resolver problemas a través de los sueños. Escéptica y de mala gana lo vi. En general esos videos bien o mal producidos, pero que les hablan a los televidentes como si tuvieran algún tipo de retardo mental me saben mal, sin embargo este era pasable y logré verlo hasta el final. Con la información que la mujer había dado busqué la fuente, ¿para qué querría seguir buscando derivados si podía ver una conferencia del autor de la teoría del desdoblamiento del tiempo? Eso hice. Vi una entrevista que le hicieron al físico francés en una emisora argentina y aunque no entendí todo supe que ahí había algo para mí.

Leí El doble, ¿cómo funciona? para ver qué tal me iba. Aunque también tenía Cambia tu futuro por las aberturas temporales, después de ojearlos me pareció que lo mejor era empezar por el más sencillo de los dos, el que es como un cuento en el que se explican las aplicaciones de la teoría. Ahora paso a dar una píldora, algo que desde ningún punto de vista reemplaza la lectura del libro de un modo analítico y crítico. Sirva sólo para ilustrar un poco más mi punto y mi explicación de porqué ya no interpreto sueños.

En El doble, ¿cómo funciona? los sueños son presentados como una forma de comunicación con un doble, posible gracias a la teoría física de un universo basado en cuerdas, que se encarga de ir de forma súper veloz a muchos futuros, en los que analiza las consecuencias de los actos presentes. Una vez recopilada esa información va a su pasado, para nosotros el presente, para informarnos qué es lo que más nos conviene hacer. Pero no todo es tan fácil, tan bonito y tan positivo. Los canales de información están abiertos para todo el mundo por eso otras mentes, otros seres, otros egrégoros o como quieran llamarles, pueden enviar mensajes erróneos que sólo perjudican a quienes los reciben y es aquí donde entra la interpretación de sueños.

Yo con toda la buena onda del mundo puedo decirle a una mujer aburrida de su matrimonio que su sueño significa eso, que está aburrida de su matrimonio, pero seamos francos, ¿qué carajos estoy agregando con eso? Ella ya lo sabe y sólo está maquillando con sapos verdes y princesas rosadas algo que sabe pero que no cambia, ¿por qué? no sé, eso que se lo pregunten a ella. ¿Qué agrego yo si me pongo a decirle que lo que necesita es separarse para ser feliz? Caos. No sé, ni me corresponde saber, qué es lo que necesita para conseguir lo que quiere. Ese trabajo es enteramente de ella y yo no quiero ni tengo ganas de asumirlo, ni mucho menos esa responsabilidad. Visto así el trabajo con los sueños propios es como el mismo acto de dormir: nadie puede hacerlo por ti, es indelegable.

Yo, francamente, no quiero tener sobre mis hombros la responsabilidad de divorcios, renuncias o viajes frustrados por consejos e interpretaciones dadas con “la mejor intención del mundo”. Ya lo hice antes, no me enorgullezco de ello y, a pesar de que me arrepiento un poco, como lo hace un adulto que se lamenta del tiempo que perdió emborrachándose todos los fines de semana cuando era adolescente, todo lo que puedo hacer es ocuparme de mi presente. En su momento interpreté sueños ajenos porque me pareció lo más adecuado, pero si siguiera haciéndolo ahora con la información y la experiencia que tengo sería una necia.

Ahora lo que hago, cuando alguien me pide ayuda para entender sus sueños es acompañarle en un proceso de interpretación en el que actúo como un espejo: hago preguntas y señalo particularidades, enseño a programar sueños y a ir a dormir de un modo consciente para que por cuenta propia encuentre las respuestas que busca. Mis consultas y mis clases no son espectáculos abigarrados, no incluyen mantras rimbombantes y casi impronunciables. Muestro cosas que todos pueden hacer pero que no todos quieren hacer. Y esto lo hago sólo cuando veo que las personas tienen la disposición y la seriedad necesarias para completar este proceso. Aquellos que no pueden o no quieren pagar mis servicios pueden aprender parte de lo que sé leyendo gratis mi libro La numerología de los sueños.

En este punto, como algunos que leen este blog ya saben, me divierto más organizando experimentos oníricos, procesos en los que un puñado de personas nos juntamos en el mundo onírico para explorar su potencial. De este grupo hacen parte personas muy distintas. Una de ellas es una veterana en la interpretación de sueños que también se cansó de ver cómo las personas buscaban respuestas como sopa de sobre para problemas que causaron de un modo complicado y repitiendo patrones de conducta nocivos. Ella como yo tiene muy claro que las soluciones fáciles a los problemas difíciles no existen y, también como yo, disfruta mucho esta exploración que estamos haciendo de los campos oníricos porque nos jala hacia adelante, nos motiva a seguir aprendiendo de una realidad que es literalmente infinita e ilimitada.

Ahora que ya he expuesto tan claramente como puedo porqué ya no interpreto sueños dejo abierta la invitación a quien quiera unirse a uno de estos experimentos, pero si lo que quiere es que le diga qué significa soñar con que la esposa de su amante la insulta por favor olvídese de que existo.*

*Consulta real recibida en mi blog El sueño significado.

lunes, 23 de mayo de 2016

Un tanque de aislamiento y yo adentro

La teoría dice que si una persona es situada en un medio en el que no tiene sensaciones de ningún tipo, ni siquiera las que le dan información acerca de la existencia y posición de su cuerpo, comenzará a crear imágenes extrañas, sonidos irreales y, en general, sensaciones diversas para compensar la ausencia de estímulos. Para probar esta teoría fueron creados los aparatos de privación sensorial.

Los experimentos con dispositivos de privación sensorial  comenzaron, aproximadamente, en la década de 1950. Entonces algunos científicos querían saber cómo reaccionaría el cerebro, y, en últimas, las personas, al ser retirados todos los estímulos externos. Los sujetos que aceptaban ser sometidos a estos experimentos usaban gafas y guantes extraños, además de estar acostados en camas que no dejaban mucho para hacer pero sí mucho para imaginar. Con el tiempo el diseño de los ambientes dedicados a explorar la privación sensorial cambió. Hoy existen técnicas y espacios más acogedores que permiten a investigadores, y curiosos como yo, explorar la reacción del cerebro o mejor, de la mente frente a entornos inusualmente calmos.

isolation tank samadhi, tanque de aislamiento samadhi


Ayer, como parte de mi exploración de los estados intermedios entre la vigilia y el sueño, asistí a una sesión en un tanque de aislamiento. Aunque no estaba dentro de mis planes no podía dejar pasar la oportunidad estando tan cerca de uno de ellos.

En Graz, Austria, en el Museo de la Percepción (MUWA) está uno de los modelos llamados Samadhi. Se trata de un tanque en forma de huevo que es llenado con agua y una concentración de sulfato de magnesio lo suficientemente alta para poder flotar sin hundirse. Algunos, como yo, sabrán de aparatos como este por algún episodio de Los Simpsons; yo no sólo lo sabía por la serie de televisión sino por la lectura del libro El sueño lúcido de Guillermo Pérez. Recuerdo que en él se menciona cómo personas que han usado con frecuencia tanques de aislamiento, nombre que ahora reciben para desmarcarse de las connotaciones negativas de la palabra privación, experimentan alucinaciones.

Teniendo en cuenta mi experiencia observando alucinaciones hipnagógicas e hipnopómpicas, mi propósito era relajarme tanto como fuera posible en una situación bastante novedosa para ver qué ocurría.

El lugar al que llegué estaba inmaculado. Las paredes tenían un tono entre azul y verde y todo estaba dispuesto para la experiencia. Después de recibir las instrucciones necesarias para usar el tanque por primera vez, comencé con el ritual. Tomé una ducha antes de entrar al tanque y me metí tan rápido como pude para aprovechar cada minuto.

La chica encargada de recibirme me había advertido que el vapor del agua podía ser incómodo, por lo que me recomendó mantener seca una toalla que queda colgando dentro del tanque, así podría secarme la cara y evitar alguna irritación.

En la mañana había meditado un poco, igual que los días anteriores. Quería llegar a la experiencia tan lista y tan libre de prejuicios como fuera posible. Ya sabía que desde adentro se podía apagar y encender una luz, que si me sentía asustada esta chica me oiría en la recepción, por eso me animé a cerrar la tapa y a apagar la luz para descubrir qué podría sentir en esa situación.

Lo primero que noté fue que la oscuridad me gustó. No recuerdo si antes o después busqué los tapones para los oídos que me habían dado para evitar que el agua se metiera. De verdad fueron muy útiles, así no tuve que preocuparme por hacer volteretas o maniobras para evitar la incomodidad.

Estuve durante unos minutos ahí, tratando de oír mi respiración, sin embargo sentía tensión en el cuello y no lograba relajarme del todo. Creo que esto tuvo que ver con el hecho de que no estoy acostumbrada a acostarme boca arriba sin una almohada y a que, después de todo, era mi primera vez en una situación nueva y desconocida.

Minutos más tarde comenzó la irritación en uno de mis ojos. Si bien tuve cuidado para evitar que el agua entrara en ellos el vapor hizo insoportable el estar ahí con la tapa cerrada. Torpemente encontré el botón que encendía la luz, me incorporé para empujar la tapa hacia arriba y el aire fresco, mas no frío, entró. Volví a tenderme boca arriba, intentando relajarme de nuevo. Lo logré. En cierto punto estaba en duermevela y recuerdo las alucinaciones que tuve. La silueta de una bruja en bicicleta se recortaba por la esquina superior izquierda de mi campo visual, luego, otra bruja, o quizás la misma, andaba en un monociclo sobre un anillo hecho de cristal tallado. Ambas imágenes son creaciones espontáneas hechas a partir de recuerdos de días pasados. La silueta de una bruja aparece en un folleto turístico que recogí hace días y los anillos de cristal tallado los vi en el Museo Pérgamo de Berlín hace un par de semanas.

Seguí relajada pero consciente. No había perdido la sensación de mi cuerpo. Por momentos sentía las sacudidas típicas del adormecimiento, las llamadas mioclonías, la tensión en mi cuello seguía ahí pero era más leve. Por ratos sentí frío, pensé en incorporarme de nuevo para cerrar la tapa otra vez pero si así lo hubiese hecho habría tenido que perder esa calma bonita que estaba experimentando. El agua, aunque tibia y constante, sólo está a 35°C para simular la temperatura de la piel por eso debía concentrarme en mi respiración y en los sonidos de mi corazón para no perder el centro, algo que es relativamente fácil cuando se tiene experiencia meditando.

La salida del estado fue un poco brusca. Quizás porque tengo un sentido del paso del tiempo bastante acertado y estaba alerta o porque estaba hipersensible, noté de inmediato el parpadeo de la luz que avisaba que el tiempo se había acabado. Lo cierto es que moví demasiado rápido la cabeza y un poco de agua cayó en el ojo que ya tenía irritado. Así no necesité un momento más largo para “volver a la realidad”. Salí del tanque sintiendo la piel resbalosa, algo que ya me había advertido la chica, y fui a ducharme otra vez.

Otra cosa que también me sorprendió de mi experiencia dentro del tanque es que la oscuridad no es total. Una vez mis ojos se acostumbraron al ambiente pude notar unas luces azulosas en el perímetro del fondo, una razón más para no tener miedo ni vivir un ataque de pánico.

Al salir, como era de esperarse, mi guía me preguntó si había sido lo que había esperado y le dije la verdad: fue interesante y lo haría de nuevo. A pesar de que intenté no tener expectativas llegué con ellas. Imaginé que esto sería más espectacular e intenso, que en la noche tendría problemas para dormir o algo así, incluso temí que almorzar de forma veloz antes de llegar al museo interferiría de algún modo con la experiencia, pero no fue así. Anoche dormí divinamente, recordé pocos sueños, comparados con los contenidos que he recordado los días anteriores, pero nada más. Creo que esperaba o temía que me afectara en demasía, algo así como lo que temí antes de ver la película La Montaña Sagrada dirigida por Alejandro Jodorowsky, temor que luego tampoco se vio confirmado.
Si hubo un efecto secundario creo que sólo lo noté hoy, mientras tomaba una siesta.

En muy pocas ocasiones soy capaz de dormir estando acostada boca arriba. Así esté a punto de dejarme caer en las profundidades del sueño, el cuerpo me pide otra posición y yo usualmente se la doy, por eso esta siesta comenzó de un modo extraño.

En cierto punto noté que estaba roncando y que estaba durmiendo bocarriba, algo realmente curioso porque cuando ronco suelo darme cuenta de inmediato: el ruido me despierta y me avisa que debo cambiar de posición para estar más cómoda, pero esta vez claramente no fue así. Hoy seguí roncando y durmiendo, o casi. El ruido me llevó a un nivel de consciencia nuevo. Sabía que no estaba despierta, pero tampoco estaba dormida. Oía mi respiración complicada pero tampoco venía del lugar donde debería. No se trató de una experiencia extra-corporal, al menos no me lo pareció, sin embargo sentía que los ronquidos no se originaban en la nariz ni en la garganta sino en un punto  entre mi pie y mi rodilla derecha. Tendría que haber estado fuera de la habitación donde dormía para poder sentir que el ruido venía de ese lugar, porque la cabecera de la cama está contra la pared, pero en ningún momento me sentí así. A pesar de todas las camas y las geografías que he recorrido en éstos días nunca he perdido la consciencia del lugar, siempre sé dónde y en qué cama estoy.

(Miércoles, 28 de abril de 2016)

***

Hace un par de semanas que he vuelto a Bogotá y ahora puedo ver la experiencia de otro modo, con otro trasfondo cultural.

Hace unos días escuchaba un programa de radio en el que hablaban del chamanismo en el departamento de Putumayo, de las tomas de yagé y hasta de mitología nórdica. Contenidos iluminados con los que se encuentra uno cada tanto, historias que confirman que por donde uno va, es. El punto es que a partir de la información que daban en ese espacio recordé a uno de mis amigos austríacos. Él, como muchos europeos, ha oído hablar mucho de las tomas de yagé y por supuesto quiere asistir a una. Yo, después de oír lo que decía el taita Fínguia, le transmití el mensaje del indígena: medita, medita antes de vivir la experiencia, si es que está en tu camino.

Supongo que la cámara de aislamiento fue para mí lo que una toma de yagé es para los norteamericanos o los europeos: una novedad psicodélica de la que no se sabe qué esperar o de la que se espera mucho.

Hasta hace unos días cuando contaba qué había experimentado en el tanque respondía que había hecho trampa, que había meditado antes para llegar limpia pero ahora siento que estaba usando las palabras equivocadas o que, al menos, lo estaba viendo de un modo equivocado.

Meditar es justamente lo que hay que hacer antes de vivir una experiencia nueva que se sospecha será intensa. Meditar, como lo dijeran en un encuentro de budismo zen al que asistí hace un par de meses, es una práctica que te da un espacio de contención, una estructura que te sostiene cuando las cosas no salen como esperas, una presencia que te abraza cuando te encuentras con tu esencia verdadera. Esto fue justamente lo que me pasó a mí.

Mi paso por el tanque de aislamiento no fue una experiencia espectacular, colorida e inolvidable, fue una prueba más de que todo está en la mente, de que el lienzo adquiere el color que el pintor le da con sus intenciones, miedos, ansiedades y expectativas. La meditación me ayudó a sacar provecho de un ambiente que, por ser oscuro y a prueba de sonido, propicia la calma y el encuentro con el silencio interior que en esos momentos, cuando los estímulos se retiran, muestra lo que se es, lo que no y lo que hace falta para fluir de un modo continuo.

jueves, 3 de marzo de 2016

Del símbolo personal al símbolo universal

I – Figuras raras y desconocidas

Las noches de confusión mental parecen ser las menos propicias para recibir mensajes de otros planos, pero es precisamente en esos momentos cuando sueles descubrir claves que necesitas para seguir tu camino.

De las circunstancias en las que recibí un sello personal recuerdo poco. Sé que estaba triste porque un novio me había hecho el favor de dejarme, aunque en ese momento no era capaz de verlo así. El único detalle claro que me queda del sueño de esa noche es una figura de trazos claros pero inconexos. Sin contexto y sin pistas no me quedó más remedio que esperar para conocer, aunque fuera parcialmente, su significado.

Creo que en noches posteriores (de ellas no guardo un recuerdo tan claro) vi otros trazos, de nuevo construidos con geometrías simples pero no del todo conectados entre sí. Otra vez pasó lo de antes: la información llegó cuando no la esperaba, por lo que me ocupé con asuntos urgentes y sólo retomé el tema después de varios años.

Te lo dicen, te lo repiten, te cansas de oírlo pero ni así haces caso. Que lo que buscas está adentro tuyo, que las respuestas que necesitas sólo las tienes tú, y así miles de frases que encierran el mismo significado, pero tú, que sigues buscando respuestas fáciles y rápidas, miras hacia otro lado, para ver si en esa dirección encuentras a alguien que te ahorre el trabajo, pero resulta que en el camino espiritual las cosas no son así. En éste plano nadie se esforzará por ti y yo no soy la excepción.

Sin constancia, aunque con algo de persistencia, logré llevar mi trasero al tapete de meditación y le di unos minutos a la primera figura. Ella, que como un libro me esperaba pacientemente para revelarme sus secretos, me hizo saber que tenía como función proteger y potenciar. ¿Y qué más? Pues nada más porque no he vuelto a dedicarle la atención que debería. En el camino se me atravesaron muchas cosas más, entre ellas la autobiografía de Jung.

II – Recuerdos, sueños, pensamientos

La palabra “sueños” en el título del libro me resultó irresistible, sin embargo no tenía ni idea de en qué berenjenal me estaba metiendo. Después de dos intentos y de circunstancias afortunadas, hallé el ritmo y la disposición necesarios para leerla por completo.

Además de sentirme identificada con los juegos infantiles que el psiquiatra suizo improvisaba siendo niño y después adulto, sentí cosquillas en mi curiosidad cuando menciona que durante varios años se dedicó a rastrear y acumular tratados de alquimia hasta que se sintió listo para estudiar tal tema. A pesar de que él abordó la materia en sus cincuentas y de que yo todavía no llego a los cuarenta, me antojé de saber más.

Sabía que lo que me proponía no era fácil, más después de haber leído ese libro de Jung, por eso reculé y pensé que tal vez sería mejor estudiar antes geometría sagrada. Sentía que una u otra disciplina me ayudarían a terminar de averiguar el significado personal de esos sellos que me fueron mostrados sin que los hubiese pedido. Y estaba en medio de esa disyuntiva cuando apareció un sueño lúcido espontáneo.

En él visité un lugar que podría ser descrito como un laboratorio o como un centro de estética. Sea lo que fuere una de las cosas que más me maravilló fue ver botellas de vidrio llenas de líquidos, líquidos de colores que difícilmente podría ver en la vida despierta. Influida por ese detalle volví a pensar en la alquimia hasta llevarla, otra vez, a mis sueños.

En uno de ellos, no lúcido, tomé clases que eran explicadas de forma teórico – práctica. El tema claramente era la transmutación de elementos con la ayuda del fuego y de un polvo metálico. Meses después de registrarlo en uno de mis cuadernos volví a él para descubrir que los esquemas que había dibujado para ilustrarlo, aquellos que había visto plasmados en un tablero, correspondían de forma directa con los elementos mencionados en la lección. Sin embargo antes de este descubrimiento ocurrieron algunas cosas más.

III – Un refugio hecho de sal

Animada por el intercambio de correos largos con una amiga española, también soñadora y lectora de tarot, comencé a perfilar un experimento onírico que tenía dos objetivos: tener un sueño compartido y generar sueños lúcidos en todos los participantes. Armé el grupo con suscriptores del primer blog onírico que abrí, conocidos de otras épocas y de otros proyectos, luego escogí una imagen para concentrar nuestra atención. Inicialmente había pensado en usar un mandala como símbolo de unión y de encuentro. La idea era imaginarlo en tres dimensiones para recorrerlo en sueños junto a otros soñadores, sin embargo me di cuenta de que si la mayoría apenas recuerda sus viajes nocturnos difícilmente sería capaz de, a la casi primera, entrar en un escenario tan complejo, lo que me hizo volver la mirada a los símbolos de la alquimia.

Los símbolos alquímicos están dibujados, en su mayoría, con pocos trazos, además al tener una historia de varios siglos están cargados con energía arquetípica que puede aprovecharse. Tomada la decisión de que la alquimia sería el camino elegí uno de sus símbolos: la sal marina.

Con los ejercicios que propuse y el intercambio de correos con los demás soñadores germinó otra amistad con otra española. Chateando nos dimos cuenta de que el símbolo alquímico de la sal marina era más poderoso de lo que imaginábamos. Al jugar a verlo desde distintos ángulos descubrimos que tenía volumen, por lo que podíamos entrar y salir de él. Los días pasaron y yo me acostumbré a refugiarme dentro de él cada noche. Era una protección nueva, pues desde hace años hago ejercicios para dormir y viajar de un modo tranquilo y seguro durante la noche.

Al margen de los resultados de este experimento, que ya conté en otro artículo, empecé a leer, también atropelladamente, El mundo bajo los párpados de Jacobo Siruela. Página a página me fui acercando a otro descubrimiento que no sospechaba.

Símbolo alquímico de la sal marina.

IV – La sal visita el sueño

Cuando trabajo con símbolos me gusta dibujarlos a mano. No me conformo con buscar una imagen en internet, imprimirla y colorearla. Necesito algo más y eso fue lo que hice con el símbolo de la sal marina.

Después de usar una ayuda externa para trazar la circunferencia principal, eché mano de marcadores, permanentes y metalizados, para hacer mi propia versión.

En la época del experimento de los sueños lúcidos, cuando lo observé con más intensidad, imaginaba varias veces que era una nave que me ayudaba a cruzar el mar. Dentro de ella no había nadie más pero de todos modos me sentía segura. Miraba el océano por las ventanas mientras flotaba sin rumbo y sin temor. Sin temor, salvo una vez, la primera vez.

Una mañana el ruido eterno de los vecinos me despertó y temí no ser capaz de conectar con el símbolo, el objetivo grupal propuesto para ese día. Un poco molesta, hice mi mejor esfuerzo para volver a dormir y recordar algún sueño largo. Lo conseguí. Aunque las acciones incluían una persecución y una rebelión, al final había un intercambio de regalos de reconciliación, entre ellos jabones hechos de sal marina. No lo podía creer.

Ya despierta, estaba muy emocionada al comprobar que había sido capaz de llevar el elemento elegido a mi mundo onírico, pero eso no fue todo. Después de analizar el escenario donde se había desarrollado la mayor parte del sueño me di cuenta de que el símbolo no sólo tenía volumen sino que estaba dividido en tres niveles, un detalle importante que se conectaría con una ilustración que me esperaba en el libro de Jacobo Siruela.

V – Thólos

La primera noticia que tuve acerca de los asclepeions o templos del sueño fue gracias al programa Milenio 3. En él Íker Jiménez mencionó el libro En los lugares oscuros del saber de Peter Kingsley. Eso fue en 2012, cuando ya tenía la cabeza bastante rayadita con el tema de los sueños. Para completar tenía por delante un tiempo libre entre contratos que decidí aprovechar leyéndolo. Lo devoré pero al final supe que tendría que leerlo de nuevo, algo que hice el año pasado, cuando por fin materialicé la idea de reunirme a tertuliar con mentes hambrientas e interesantes.

Entre las discusiones que tengo con E. y D. y la lectura de El mundo bajo los párpados los puntos se conectaron. Siruela no sólo describe, basado en fuentes clásicas, los detalles de los templos dedicados a Apolo y Asclepio, sino que incluye ilustraciones de cómo era el Thólos, recinto dedicado a la incubación ritual de sueños. Al principio lo vi y no me dijo nada, luego lo repasé y algo comenzó a resonar. Le eché otro vistazo y comencé a entender. Eso quiero creer.

El Thólos es una estructura circular con tres niveles, pues representa los tres planos de la existencia: el superior al celeste, el del medio al terrenal y el inferior al subterráneo. Tres niveles, como los tres niveles del símbolo de la sal alquímica.

Cada vez creo menos en las coincidencias, en parte porque cada vez que tengo ocasión las busco activamente, por eso me di cuenta de que esos trazos económicos no eran más que una versión más simplificada del templo incubatorio.

Las visitas que hicimos, despiertos y dormidos, a esa estructura prepararon a los más disciplinados del grupo para el siguiente paso. El símbolo alquímico de la sal marina revivió y nos transportó, como la nave que es, a la mente inconsciente colectiva, esa que muchas veces se representa con la imagen viva del océano.

Ahora siento que espiritualmente aprendimos a transmutar lo que nos impedía transitar con más fluidez por el mundo onírico. Sé que en la medida en que observo más este símbolo, que creí elegir sólo por conveniencia, reúno energía para ir más allá, para llegar a ese lugar al que al mostrar mis sellos personales recibiré la información que me corresponde, pero eso sólo será cuando me haya ganado ese privilegio, cuando haya meditado lo suficiente.

ilustración del thólos

martes, 23 de febrero de 2016

Bolsas para dormir, bolsas para soñar

Bolsas de tul o de otras telas delgadas, llenas de hojas y flores secas, han hecho parte de los rituales nocturnos de muchas personas. Yo experimento con ellas desde hace unos meses y los resultados siguen sorprendiéndome.

Mi interés por los efectos de las plantas aromáticas y medicinales ha tenido varias etapas. Primero fue cuando descubrí un libro, en esa época en que no era tan fácil ni tan frecuente encontrar libros en internet, acerca de los usos mágicos de las plantas. Las ilustraciones hicieron que dedicara muchas horas a organizar textos e imágenes para luego imprimir el compendio.

Después vino la etapa en la que elegí el consumo de estas plantas como tema de mi monografía de pregrado. Hice un perfil de las personas que las prefieren frente a otros productos más industriales y volví a olvidarlas, pero sólo por un rato.

En mi investigación acerca de los sueños lúcidos encontré, en un grupo de facebook, una mezcla de hierbas que, según el soñador que la tomó, le había ayudado a tener sueños lúcidos estables. Antes de aventurarme a probarla decidí ver qué efectos tenían en mí sus ingredientes por separado, pero no sólo al tomarlas en infusión.

Mientras buscaba información acerca de las hierbas mencionadas descubrí la posibilidad de hacer bolsas aromáticas para poner dentro o al lado de la almohada. La función de estos objetos es la de ayudar a crear un ambiente relajante, propicio para dormir bien, en el caso de los insomnes, e ideal para recordar sueños, en el caso de quienes queremos saber más acerca del mundo onírico.

En diciembre pasado, mientras hablaba del tema con unos amigos uno de ellos me encargó unas bolsas para recordar sueños, por lo que aceleré mi proceso de aprendizaje para poder entregarle algo especial. Estoy totalmente convencida de que las cosas hechas a mano y con intención tienen espíritu, quedan impregnadas con una cualidad especial que ayuda a las personas que las reciben, por eso no sólo compré personalmente las hierbas que iba a usar sino que las mezclé con las manos, pensando en aquellos que las recibirían. El resultado, según me comentan, ha sido positivo. El olor que desprenden toca los objetos cercanos y se queda en ellos durante un tiempo. Alguna persona, que sólo las conoció de paso sonríe, cuando evoca su olor. Un tercero dice que sus recuerdos oníricos ya no son tan esporádicos, ahora se han hecho cotidianos.

Las bolsas de hierbas pueden guardarse en bolsas de tela reutilizables, así duran más, no sueltan polvillo y disminuyen la probabilidad de producir reacciones alérgicas.

Las bolsas que hago tienen mezclas de hojas secas de artemisa (mi favorita), romero, yerbabuena, melisa/toronjil, cidrón/cedrón, hojas de limón, alfalfa, flores de manzanilla, clavos de olor y estrellas de anís. No siempre uso todas las hierbas juntas ni en las mismas proporciones, todo depende de lo que esté en temporada, del camino recorrido por la persona y de la fuerza de los olores. Por ejemplo cuando preparo una bolsa para alguien que lleva algún tiempo trabajando con sus sueños prefiero incluir más artemisa porque fomenta los sueños lúcidos, además aumento la cantidad de romero porque entre sus propiedades está la de fortalecer la memoria, algo que nunca sobra, en especial cuando se tienen sueños reveladores, como suele pasar con aquellos que se incuban para resolver problemas o tener ideas innovadoras.

En contraste, si la bolsa es para alguien que sólo quiere dormir bien, alejar el insomnio y las pesadillas, aumento las cantidades de cidrón/cedrón, yerbabuena y manzanilla, pues al combinarlas producen un aroma familiar y tranquilizador.

Mezclar, rellenar, coser... algunos de los pasos para crear estos "bastones" que ayudan a los soñadores a recorrer los senderos del mundo onírico.
Creo que el hecho de escuchar música clásica mientras trabajo con hierbas también les da un toque especial a las mezclas que preparo. Me gusta agradecer a los elementales que las acompañan y tratarlas con respeto, pues más que materias primas simples son seres vivos que acompañan a animales y humanos en las tareas que deben completar. Y también están las piedras.

Aunque me gustaría incluir algunas como la adularia o la crisocola no siempre es posible, esto por costos, por lo tanto por ahora sólo incluyo amatistas. Estas piedras, adheridas a las bolsas por medio de un imperdible o gancho de nodriza, refuerzan las propiedades de este bastón onírico. A quienes las reciben les recomiendo limpiar el cristal con agua mezclada con sal marina durante 24 horas para que quede listo para trabajar con él. En ese estado se puede comenzar a construir una relación cercana con este elemento que también ayuda a recordar sueños y, cuando se lo necesita, a descongestionar los senos paranasales.

Sé que para muchos los efectos producidos al entrar en contacto con hierbas aromáticas y medicinales no son más que suposiciones, por eso creo que es importante experimentar, sólo así se podrá saber por vivencia propia cómo el oler algunas hojas de melisa/toronjil poco antes de dormir puede ser un aliado crucial para disolver pesadillas, como ya lo he hecho alguna vez.

jueves, 4 de febrero de 2016

Sueños pre-lúcidos

“Debo estar soñando”, “déjame contarte lo que soñé el otro día” o “te juro que tuve un sueño lúcido” son frases que dichas dentro de un sueño anuncian que la posibilidad de despertar dentro de él está cerca.

Diferenciar un sueño cotidiano de uno lúcido es fácil, lo que no es tan sencillo es reconocer el camino que lleva del primero al segundo. En el sueño lúcido despiertas en el mundo onírico pero sin abrir los ojos en la vigilia, o sea que sigues durmiendo en tu cama. En el sueño cotidiano, en cambio, vives cómodamente en tu casa pero nunca llegas a preguntarte por qué para ir de un nivel a otro tienes que arrastrarte por las escaleras. Entonces ¿qué pasa con los estados intermedios?

Quienes aspiramos a ser onironautas hacemos ejercicios para lograr la anhelada lucidez sabiendo que es un estado que se alcanza gradualmente y no con un estallido espectacular. Y esto lo sabemos no porque tengamos poderes mágicos sino porque hemos dedicado tiempo a desarrollar nuestra atención.

Parte del entrenamiento para ensoñar consiste en llevar un nocturnario o un diario clásico en el que se apuntan recuerdos oníricos, hechos sobresalientes, reflexiones y análisis. Esta costumbre, con todo y su inevitable subjetividad, te prepara para detectar cambios delicados en tu rutina, diaria y nocturna, que te muestran avances y retrocesos respecto a tu objetivo. Si no procedes de esta forma es mucho más difícil saber si lo que haces, en un sentido o en otro, tiene efecto. Otra ventaja de llevar registros de este tipo es que te ayudan a comprobar que los sueños lúcidos no son una consecuencia fortuita de la huída de un monstruo o de una bruja. Con el paso de las páginas escritas descubres que puedes influir en más situaciones y eventos de los que imaginas.

Yo, después de haber tenido un sueño lúcido espontáneo, releí mis diarios personales buscando señales, destellos de lucidez y los encontré. Descubrí instantes en los que sospechaba, sentía o decía que estaba soñando. Justamente por ser chispazos en medio de sueños muy detallados, en su día no llamaron mi atención, pero cuando volví la mirada atenta hacia ellos me mostraron un camino. Ese sueño lúcido que pensé había tenido casi de la nada, con pocos preámbulos y sin buscarlo, no era, como creí en un principio, una etapa alcanzada de forma mágica y automática. Antes de llegar allí tuve que recorrer varios peldaños, a veces hacia arriba, a veces hacia abajo, hasta que estuve lista para disfrutar y reconocer la experiencia. A esos peldaños, a las etapas previas al despertar onírico se le pueden llamar sueños pre - lúcidos y se presentan de modos muy variados.

Otros ejemplos de sueños pre – lúcidos son: percibir lucidez seguida por la disolución del sueño y percibir lucidez seguida de un sueño común. El segundo tipo suele ser notado después de despertar y registrarlo, preferiblemente a mano, pues esta acción ayuda a tomar distancia del fenómeno y a sentir la novedad (he aquí otra razón para no dejar de lado la tarea de llevar un nocturnario). Sea cual fuere el caso, en estas experiencias el soñador sospecha, dentro o fuera del sueño, que ha soñado.

Algunas personas sienten frustración al recordar que dentro de un viaje nocturno hablaron de sueños pasados, dijeron frases como “pero si esto es un sueño” o señalaron una situación extraña que, a las claras, no podía darse en la vida despierta, sin embargo en estos casos lo mejor es evitar desanimarse. Aunque es incómodo descubrir que el objetivo tan anhelado estuvo en la punta de los dedos, abandonar el entrenamiento para ensoñar en este punto equivale a tirar a la basura, en el preciso momento en el que las semillas de lucidez empiezan a germinar, el tiempo invertido en ello.

A los sueños  pre – lucidos hay que reconocerlos, por lo tanto, como avances y no como tropiezos en una práctica que plantea más preguntas que respuestas.

miércoles, 27 de enero de 2016

Resultados del segundo experimento onírico

Comienzo recapitulando para que quien recién se acerca a este tema entienda de qué se trata todo.
Hace unos meses organicé un experimento grupal para intentar provocar sueños lúcidos, tanto en quienes ya los habíamos experimentado alguna vez como en quienes no conocían esta experiencia. El grupo inicial era de más o menos doce personas que, al final, quedó reducido a la mitad, de éstas sólo dos logramos el objetivo, sin embargo en el camino surgieron inquietudes nuevas y consecuencias positivas.

Algunos fueron capaces de recordar sueños con más frecuencia y otros de mejorar la calidad de su descanso. Así las cosas decidí emprender otro experimento, uno en el que el objetivo era asistir a clases espirituales en una dimensión diferente de la física a través de los sueños.

Como era natural la convocatoria fue menos nutrida. La enseñanza no es tan espectacular ni tan atractiva como la posibilidad de adquirir lucidez dentro del estado onírico, pero esto no nos desanimó a quienes decidimos continuar.

Al final del experimento, que duró dos semanas –en las que nos concentramos en una imagen, una pieza musical y una invocación– les pedí a los soñadores que me enviaran sus impresiones. Lo que descubrí fue inesperado y sorprendente.

Los siguientes son los hechos que más llamaron mi atención:

1. La primera noche M. R. y yo despertamos cuatro veces sin razón aparente, lo que nos llevó a recordar sueños que tuvimos en varios ciclos.

2. B. S. decidió hacer una lista de reproducción en la que la música señalada sonaba varias veces. Hacer esto intensificó su actividad onírica pero también interfirió con la calidad de su descanso, por lo que poco después dejó de oír la música de este modo.

3. D. F. y yo soñamos con casas en las que vivimos hace varios años. En mi caso la que vi en sueños no es un escenario habitual (suelo soñar con otras casas en las que viví), cambio que se lo achaco al experimento. D. F. y yo también soñamos que viajábamos de noche en buses.

4. B. S. y yo soñamos con puentes, estructura presente en el sitio físico al que hace referencia la invocación del maestro Lanto.

5. Tanto D. F. como yo soñamos con referencias a culturas orientales y Asia es el origen del maestro Lanto. D. F. soñó que estaba en un país de esa geografía, yo soñé con torres típicas de templos construidos en Tailandia.

6. M. R. y G. A. soñaron con el color naranja en objetos y espacios.

7. G. A. soñó con un recinto luminoso en el que a veces había cuatro siluetas mientras que en otras había seis. Como era de esperarse no todos siguieron las instrucciones todas las noches, por lo que a veces éramos más y otras menos concentrados en la experiencia.

8. B. S. y yo trabajamos en situaciones que nos preocupaban.

9. La noche última soñé literalmente que estaba tomando clases en una escuela espiritual.

10. Y para el final la coincidencia más espectacular. G. A. y D. F. no se conocen, además viven en países distintos y, hasta donde sé, sólo están conectados a través de mí y del maestro Lanto, el ser espiritual que usamos como foco de nuestros ejercicios, sin embargo ambos reportan haber tocado el mismo tema en sus sueños. Aquí está un fragmento de lo que D. F. relata de su experiencia:

29 de noviembre: (…) Algo interesante de este sueño es que en un momento hablé con una persona que era el papá de una mujer (que por cierto no reconocí) sobre los conceptos de ‘’Espacio’’ y de ‘’Tiempo’’. En realidad no recibí información alguna sobre esto, sino que más bien yo le explicaba a esa persona que había una diferencia en la concepción de estos dos términos, ya que él estaba hablando desde el paradigma moderno y no el posmoderno, que se puede decir es el vigente.

G. A. relata lo siguiente:

(...) la enseñanza era o tenía que ver con la relación espacio – tiempo, esto solo lo sé, pero no lo escuché. Era algo sobre cómo vencer la barrera ilusoria del tiempo. (G. A. no especificó la fecha del sueño.)

Como conclusión quiero apuntar que a pesar de que pudimos soñar con millones, literalmente, de símbolos distintos, los soñadores que nos reunimos en torno a este experimento logramos conectar de algún modo. Sin importar que algunos no nos hemos visto nunca en persona, que vivimos en países distintos y que, por tanto, no dormimos a la misma hora, encontramos puntos de contacto que siguen insinuando que cuando soñamos no sólo descansamos sino que vivimos algo más.

lunes, 4 de enero de 2016

Conexión onírica

Cuando llegó la persona que nos iba a dar el curso de sueños hubo una perturbación en el ambiente, o mejor, una perturbación en la fuerza, como dirían los fanáticos de Star Wars.

No se trataba de una persona llamativa antipática o intensa, era más bien una sensación. Algo cambiaba en el ambiente después de que ella llegaba y ese era sólo el comienzo de una experiencia que dejaría consecuencias duraderas.

Lo primero que hizo fue contarnos lo que no haría. No iba a usar una presentación en Power Point ni un proyector de diapositivas, tampoco iba a darnos fotocopias ni nada escrito. Lo que le interesaba era que tuviéramos una experiencia completa, sensorial y, en lo posible, inolvidable. Después nos pidió que pusiéramos en silencio nuestros teléfonos y que los guardáramos en una caja, que otra persona se llevó.

Así empezó todo, nuestros teléfonos estaban secuestrados y con esa acción comenzamos a sentirnos desnudos.

El primer objeto que puso delante del grupo fue un tarro. Gris y azul con una pieza de goma en la parte de arriba. Nos lo acercó y nos pidió que, uno por uno, metiéramos la mano para sentir, para palpar lo que había adentro. Yo también sentí miedo, digo también porque en los ojos de los demás pude ver desconfianza. Creo que lo logró sensibilizarnos,  en ese momento estábamos menos duros.

Cuando terminamos ese ejercicio nos pidió que cerráramos los ojos y abriéramos las manos. Apenas sintiéramos algo en ellas deberíamos cerrarlas y palpar, otra vez sin mirar. Tuvimos que adivinar lo que teníamos dentro de ellas a ciegas, aunque no nos vendó los ojos.

Luego sacó unas latas y las puso en una mesa. Nos pusimos de pie para ir a ellas. Destapaba las latas una por una y nos pedía que oliéramos el interior. Eran hierbas aromáticas secas. Nos explicó para qué servían mientras las olíamos. Entre olida y olida nos hacía oler café para “reiniciar” el sentido del gusto, para limpiarlo. Al final nos pidió que tomáramos una hoja de la hierba que más nos hubiera gustado, que le diéramos las gracias por ayudarnos en nuestra conexión con los sueños y que la desmenuzáramos con las manos. Nos olimos las manos después de hacerlo. Me impresionó la intensidad del olor de la artemisa en mi piel.

Lo siguiente fue el sentido del gusto. En tres tappers tenía uvas verdes sueltas, cubos de piña y fresas. Nos ofreció palillos para que pudiéramos probar la fruta, una a una, despacio. Entre bocado y bocado limpiamos nuestras papilas con agua para que el sabor penetrara más, con más intensidad. Las frutas de todos los días sabían más, el dulce era más fuerte, más claro, hasta se podía decir que tenía luz. Si alguien me hubiera dicho que había un poco de droga en ellas lo habría creído.

Luego vino la música. Otra vez tuvimos que cerrar los ojos. Puso música que nunca había oído. Una era lúgubre, pero también aborigen, otra era de cuento de hadas, otra espacial, hubo también otra que no sabría describir, sé que cantaban varias personas y en otra el miedo estaba presente de forma clara. Después de esto comenzó la parte activa.

Nos mostró un símbolo y tuvimos que darle dimensiones. Era plano pero debíamos convertirlo en un objeto tridimensional usando piezas de lego. La idea era que mentalmente pudiéramos trasladarnos a la maqueta, meternos en las habitaciones, cruzar puertas o imaginar cómo se veía desde distintos ángulos. Esta parte la hicimos entre todos. Me parece que de fondo sonaba música clásica.

Cuando terminamos de construir la estructura la pusimos en la mitad del salón. Alrededor acomodamos colchonetas, no sólo para nosotros sino para ella también. No fue como en otros talleres en los que he estado en los que el facilitador está allá, lejos, como en una tarima elevada, sino que ella nos acompañó. Nos explicó que para que todos pudiéramos aprovechar su experiencia con el mundo de los sueños ella también haría el ejercicio, así intentaría que todo fuera más profundo.

En esta parte nos dio unas indicaciones para mover los músculos de los ojos al tiempo que teníamos acomodadas las manos en una posición específica. Luego nos entregó una piedra pequeña, violeta y traslúcida, que estaba dentro de un papel. Nos explicó que las limpió antes, que no las volvió a tocar para que llegaran a nosotros intactas, para que se conectaran con el sexto chakra de cada uno de nosotros.  Les quitamos el papel a las piedras y nos acomodamos boca arriba en las colchonetas.

Había almohadas y mantas livianas también. Pusimos la amatista en el tercer ojo, no imaginamos nada, simplemente sentimos la piedra. Yo la sentí muy fría, muy eléctrica, fue raro, como si algo me tocara desde afuera. Fue raro pero no doloroso. Antes de que termináramos de acomodarnos en las colchonetas dio a oler una esencia de violeta. A mí no me gustó mucho pero supongo que ayudó para lo que hicimos después.

Mientras seguíamos sus instrucciones ella puso una música diferente. Sí, ahora lo recuerdo con más claridad, había música clásica antes de eso. Nos explicó que pondría un “paisaje sonoro” para que relajarnos fuera más fácil, para que no sintiéramos tensión ni necesidad de concentrarnos en algo específico mientras nos dormíamos o lo intentábamos, todo lo que debíamos hacer era pensar por última vez en la estructura que teníamos cerca de la cabeza y después escuchar la música, prestarle atención a los sonidos que más nos gustaran, nada más.

45 minutos después la música cambió. Ella nos recordó permanecer inmóviles. Habló muy despacio para interferir lo menos posible con los recuerdos que tuviéramos, estábamos tratando de cuidar las alucinaciones que se dan alrededor del sueño. Cinco minutos después nos pidió que habláramos de lo que recordábamos, estando así, acostados.

Nos pidió que nos levantáramos despacio y que nos sentáramos como quisiéramos sobre las colchonetas. Nos habló un poco del nocturnario o del diario de sueños, de los tipos de sueños y del potencial que tiene el sueño lúcido. Una técnica avanzada que sirve para resolver problemas, estimular la creatividad, hacer sanaciones y terapias.

No sé si todo lo que nos dijo fue cierto. Muchas cosas sonaban a película, eran muy difíciles de creer. Lo que sí puedo decir es que la noche de ese día, después del taller, recordé un sueño de un modo tan vivido que creo que lo que hace tiene algún efecto, así sólo sea pura sugestión. No sé bien cómo lo hace o dónde está el truco pero para mí, que juraba que nunca sueño, y mucho menos con claridad, algo cambió.

No he vuelto a hablar con los demás pero sé que ellos también sintieron algo, fue evidente por la forma en que miraban todo alrededor y por el silencio. Ya tendré tiempo para preguntarles cómo les fue a ellos después de este seminario.