En varios libros y artículos que se ocupan
del significado y la interpretación de sueños se suele decir que el mar, o el
océano en general, hace las veces de la mente inconsciente, que la representa,
pero esta es sólo una afirmación vacía si no se ha experimentado esta
similitud.
Hace un par de meses armé un grupo virtual
con algunos suscriptores de otro de mis blogs para hacer un experimento. El
objetivo era provocar sueños lúcidos,
objetivo que dos logramos, sin embargo en paralelo experimentamos otras
sensaciones, por ejemplo la del sueño sin sueño o, para ser más clara, la del
descanso sin sueño. Me explico.
La fase en la que tu mente crea imágenes,
historias, escenarios corresponde al sueño paradójico y a menos que te hayas
entrenado para dormirte de un modo completamente consciente siempre llegará, de
forma automática y sin aviso. Según sé algunas escuelas o ramas del budismo le
dan mucha importancia al sueño, por eso algunos maestros del yoga del sueño son
budistas. Ellos enseñan técnicas que si se practican con disciplina te permiten
dormir sin soñar pero logrando descansar de un modo único. El objetivo
planteado por esta visión espiritual es que aprender a dormir sin soñar te
prepara para morir de un modo consciente, para avanzar en tu camino personal,
pero en este momento no voy a hablar de ese objetivo sino de cómo descubrí una
de estas técnicas.
Una tarde quería descansar pero sin dormir
por lo que decidí tenderme un rato en mi cama e intentar concentrarme en la
respiración. Al rato noté que me estaba relajando tanto que pronto me dormiría
irremediablemente, algo inconveniente para el momento, por lo que decidí abrir
los ojos, despejarme un poco e intentar otra cosa. De nuevo tendida cambié el
foco de atención, me dediqué a contar, a contar simplemente pero dejando a su
aire a la respiración, no la retenía, no marcaba su ritmo con los números. Poco
después de estar haciendo este ejercicio noté que mi cuerpo estaba
completamente relajado pero que mi mente seguía despierta, fresca, alerta. Si
quería moverme tenía que hacer un esfuerzo pero sabía que lo lograría sin
dificultad. En ese punto quise ponérmela más difícil, así que me dije “intenta
llegar hasta 200, 300 sin dormirte, mira qué tan lejos puedes llegar” y lo
hice. Creo que llegué hasta 330 y algo, no lo sé bien porque fue hace varios
años pero luego, cuando retomé mis actividades estaba perfecta, descansada. La
sensación era muy diferente de la que me queda a veces luego de tomar siestas
gordas, esas que me hacen pensar en qué es peor, si seguir somnolienta toda la
tarde o dormir un par de horas para luego seguir así el resto del día. En
ocasiones cuando quiero descansar pero no dormir repito el procedimiento.
Me acuesto, cierro los ojos y cuento,
cuento hasta un número definido y luego me levanto a seguir con mi día. Esta
técnica fue la que también me explicó por medio de la práctica la similitud que
hay entre la parte subconsciente de la mente y el océano.
En una de las noches del experimento para
inducir sueños lúcidos la instrucción era despertar cuatro horas y media
después de haber comenzado a dormir, hacer alguna actividad que demandara
esfuerzo intelectual y luego volver a dormir usando la técnica de relajación de
elección. Conociendo la de conteo y haciendo una pequeña modificación creí que
sería suficiente para explorar su relación con los sueños lúcidos.
A diferencia de otras ocasiones en las que
despierto espontáneamente en medio de mi descanso, esa vez estaba muy
somnolienta, supongo que fue porque el despertador sonó en medio de un ciclo.
Me esforcé para permanecer despierta y cuando fue la hora de volver a dormir
sentí alivio. Entonces comencé a contar. Mi meta era 100. La alcancé pronto y empecé
otra vez, de nuevo la meta era 100. Así seguí durante un rato que me es difícil
saber cuán largo fue, sólo sé que en la medida en que avanzaba experimenté algo
muy curioso. En un punto mi cuerpo estaba tan dormido que parecía el de otra
persona. Era como estar dentro de alguien que se durmió mientras tu mente está
lista para reflexionar, hacer operaciones matemáticas sencillas y pensar de
modos innovadores. Sentí fascinación al comprobar cómo mi cuerpo yacía allí,
inmóvil, respirando acompasadamente mientras lo de adentro estaba tan vivo y
tan despierto. Al rato pensé en que si quería intentar tener un sueño lúcido
tenía que dejarme soñar y si seguía contando no lo lograría, pues como ya dije
no domino esta técnica. Cuando he logrado inducir sueños lúcidos ha sido
despertando espontáneamente en la mañana y volviendo a dormir dos o tres horas
más.
Dejé de contar. Intenté pasar mi atención
del conteo a la respiración sabiendo que así me dormiría. Al comienzo mi mente
estaba en automático, seguía contando aunque intentaba no hacerlo, primero
llegué hasta 78, luego hasta 38 y luego hasta 18. Creo que tenía esa manía de
interrumpirme en cifras terminadas en 8. Lo que sentí luego fue curioso, suave,
tranquilo.
En mi vida he buceado, por lo que las
palabras que siguen tienen como referencia películas y relatos ajenos. Sentí
como si dejara que un ancla me arrastrara hacia la profundidad del océano, como
si fuera un buzo de estilo libre o apnea dejándose llevar a lo largo de la
línea de vida para sumergirse más y más. Perdí la claridad, la consciencia en
la mente, me dejé llevar al punto hondo que ya había alcanzado el cuerpo y me
dormí del todo.
Esta mañana de nuevo tuve que interrumpir
mi descanso para asistir a una reunión que antes de que saliera de casa se
reprogramó, lo que me dio la oportunidad de intentar ensoñar. No lo logré, pero
las circunstancias poco favorables que me rodearon –alguna reforma locativa
cercana que provocó el ladrido incesante de un perro faldero– sólo me
permitieron dormitar. En estas condiciones sólo pude permanecer en la
superficie de ese océano onírico que cada noche me fascina más. Descansé sí, no
por completo, pero pude ser testigo de ese estado, de esa fase en la que nunca
dejas de estar alerta porque la ausencia de silencio te hace sentir que en cualquier
momento será necesaria tu reacción.